Lunes 25 de julio – La luz del mundo. Matutina para damas
«Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo» (Mat. 5:16).
“Yo hago lo que tú no puedes y tú haces lo que yo no puedo. Juntos haremos grandes cosas”. Teresa de Calcuta
VEINTIDÓS AVIONES despegaron al anochecer para realizar maniobras. De pronto, en tierra, se formó una espesa niebla. Ocho aviones lograron aterrizar, pero otros se estrellaron. Dos horas después, solo dos quedaban en el aire. Las emisoras de radio locales transmitieron este mensaje: «Todos los que tengan automóvil, por favor acudan de inmediato al aeropuerto. Dos aviones están sobrevolando la zona pero no pueden aterrizar porque no logran ver la pista. Ustedes pueden ayudarlos»
Las carreteras se llenaron. A medida que los autos iban llegando al aeropuerto, el director de la operación les iba indicando dónde colocarse, a ambos lados de la pista de aterrizaje. Más de dos mil quinientos vehículos rodearon la pista por completo. Sus luces la iluminaron de tal manera que un avión pudo despegar para guiar a los dos pilotos que daban vueltas sin rumbo. Finalmente lograron aterrizar sanos y salvos.
Si yo me miro a mí misma, este ser humano aislado, solitario y egocéntrico que soy, ¿de qué puedo servir? ¿Cuánto puedo hacer para impactar positivamente a una humanidad envuelta en tinieblas si mis faros, que son tan de corto alcance, apenas logran alumbrar mi propio camino (e incluso a veces me cuesta verme a mí misma y entender mi misión en la vida)? Yo, por mí sola, puedo hacer un bien muy limitado, muy reducido y muy local (aunque no por ello poco valioso). Pero Dios, que tiene un propósito para este mundo, va entretejiendo nuestras vidas con las de otras personas, de modo que sirvamos a un propósito mayor: iluminar este mundo con su amor.
Juntas, poniendo nuestra pequeña luz individual y de corto alcance en aras de esta gran causa que es el evangelio, podemos proyectar una luz tan grande en nuestro entorno tan cubierto de tinieblas, que marque el camino de la salvación para los que se encuentran perdidos. Es nuestro privilegio responder a ese llamamiento.
El plan de la salvación tiene un director de operaciones: Jesucristo. Y en ese plan está contar con tus manos y las mías, con tu luz y la mía que, juntas, pueden sacudir el mundo con los valores del evangelio.