CUANDO ESTÉS FRUSTRADA
«Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo mandas, voy a echar las redes» (Luc. 5:5).
La palabra hebrea kinor significa «arpa», y de ella se cree que deriva el topónimo «Genesaret» o «Kineret». Posiblemente el lago de Genesaret en recibiera su nombre por tener una forma similar al arpa de los tiempos bíblicos, que era la lira. En el libro de Juan también se le llama mar de Tiberiades. En esta masa de agua dulce se ha venido practicando la pesca desde hace siglos. Y eso, pescar en el lago de Genesaret, es lo que habían estado haciendo toda la noche Simón, Andrés, Santiago y Juan, pero sin éxito.
Por más que se habían esforzado y empleado sus técnicas de pescadores experimentados, no habían logrado pescar nada. Puedo imaginar al impulsivo Pedro lanzando las redes una y otra vez, con energías incesantes, buscando la forma de alcanzar su objetivo de llenarlas con suficientes peces como para poder alimentarse y obtener algún dinero. Pero todo su trabajo era en vano. Es posible que Pedro, al final de su lucha, tuviese una cara larga y tosca, por la molestia que le ocasionó el desvelo para tan infructífero resultado.
Hasta que llegó Jesús y se subió a la barca del frustrado Pedro. «Lleva la barca a la parte honda del lago y echen allí las redes», ordenó (Luc. 5:4). Pedro dijo: «Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo mandas, voy a echar las redes”. Cuando lo hicieron, recogieron tanto pescado que las redes se rompían» (vers. 5-6). Así sucede cuando es Jesús quien dirige. Así sucede cuando el ser humano se ve a sí mismo como un cooperador del Salvador en su misión.
Querida amiga, deja hoy tu vida en las manos de Jesús y conviértete sencillamente en su colaboradora. Si sufres frustración o temor, él es la respuesta. Así como Jesús no hacía nada por sí mismo, debe ser también en tu caso: «No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió» (Juan 5:30, RV95).
Pedro confiaba en su trabajo, en sus fuerzas y en su experiencia. Cuando Jesús llegó, sutilmente le mostró que sus ideas erradas podían ser transformadas con su poder. Para ti, la noche quizá ha sido muy larga, pero por su palabra, echa la red y confía en él.