Lunes 23 de abril “El consentido de Dios” DM Jóvenes

El consentido de Dios

«Cuídame como a la niña de tus ojos; escóndeme, bajo la sombra de tus alas», Salmo 17: 8, NVI

¿ALGUNA VEZ HAS ESCUCHADO a alguien decirte que eres «la niña de los ojos de Dios»? ¿Cuál fue tu reacción al escucharlo? ¿Alegría? ¿Apatía? Cuando era niño escuché esta misma declaración y al principio no lo logré comprenderla, pero a medida que han ido pasando los años he experimentado el significado de dicha expresión.

Mientras estudiaba en la Universidad Adventista de Centroamérica comencé a experimentar dolores estomacales. Al principio no le di mucha importancia, ya que padecía de gastritis y ese tipo de dolores era mi pan de cada día. Pero con el tiempo los dolores se tornaron insoportables, así que me tuvieron que llevar de emergencia al hospital, a eso de la una de la mañana. Los exámenes revelaron que tenía piedras en la vesícula y que aquellos dolores habían sido provocados por la salida de varios cálculos que habían pasado por todo el sistema digestivo. Cuando viajé a Guatemala para ser intervenido quirúrgicamente, los doctores me dijeron que era un milagro que no me hubiera pasado nada grave.

Puede que mi experiencia te parezca un poco rutinaria, precisamente por eso te la cuento. Muchas veces no nos detenemos a pensar en todas esas «coincidencias» o «cosas de rutina» que experimentamos cada día. Por lo general creemos que evitar una enfermedad, un examen que aprobamos, un viejo amigo con el que nos reencontramos, etcétera, son acontecimientos fortuitos. Pero cuando comprendemos que somos «la niña de los ojos de Dios» entonces todo cobra un nuevo sentido.

Hoy quiero invitarte a que reconsideres tu vida, a que mires desde una nueva perspectiva todo lo ocurre a tu alrededor. Si prestamos atención notaremos cómo la mano de Dios provee para nuestras necesidades, nos libra del peligro y dirige nuestros pasos. Jesús lo planteó de esta manera: «¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones» (Mateo 10: 29-31, NVI).

¡Dios está loco por nosotros! Somos sus niños consentidos. No perdamos de vista esa gran verdad.

 

Andrés Quiej

Guatemala

Radio Adventista

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