LA IMPORTANCIA DEL CULTO FAMILIAR
«Yo lo he elegido para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan en el camino del Señor y pongan en práctica lo que es justo y recto. Así el Señor cumplirá lo que le ha prometido». Génesis 18: 19, NVI
EN CADA FAMILIA debería haber una hora fija para los cultos matutinos y vespertinos. Conviene a los padres reunir en derredor suyo a sus hijos antes del desayuno para agradecer al Padre celestial por su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado durante el día. También conviene, cuando llega el anochecer, que los padres y los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina.
El culto familiar no ha de ser gobernado por las circunstancias. No han de orar ocasionalmente y descuidar la oración en un día de mucho trabajo. Al hacer esto, inducen a sus hijos a considerar la oración como un hábito te poca importancia. La oración significa mucho para los hijos de Dios y las acciones de gracias debieran elevarse delante de Dios mañana y noche. Dice el salmista: «Vengan, cantemos al Señor con alegría; cantemos a nuestro protector y Salvador. Entremos a su presencia con gratitud, y cantemos himnos en su honor» (Sal. 95: 1-2, DHH).
Padres y madres: no importa cuán urgentes sean sus negocios, no dejen nunca de reunir a su familia en torno al altar de Dios. Pidan el amparo de los santos ángeles para su casa. Recuerden que sus amados están expuestos a tentaciones.
No pasemos por alto nuestras obligaciones hacia Dios al esforzarnos por atender la comodidad y felicidad de los huéspedes. Ninguna consideración debería hacernos desatender la hora de la oración. No hablen ni se entretengan en otros asuntos hasta el punto de estar todos demasiado cansados para gozar de un momento de devoción. Hacer esto es presentar a Dios una ofrenda imperfecta. Deberíamos presentar nuestras súplicas y elevar nuestras voces en alabanza feliz y agradecida, a una hora temprana de la noche, cuando podamos orar sin prisa e inteligentemente.
Vean todos los que visitan un hogar cristiano que la hora de la oración es la más valiosa, la más sagrada y la más feliz del día. Estos momentos de devoción ejercen una influencia refinadora, elevadora sobre todos los que participan de ellos. Producen un descanso y una paz gratos al espíritu.— Conducción del niño, cap. 78, pp. 507-508.