Lunes 22 de Junio – LA GRAN COMISIÓN – Devocion Matutina Adultos

LA GRAN COMISIÓN

«Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19-20).

Existe una tarea que resulta ineludible para todo aquel que acepta a Cristo como su Salvador. Es la tarea de compartir las buenas noticias del evangelio con otras personas. Cuando la mujer samaritana descubrió a Jesús, animó a otros para que lo conocieran y «muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer» (Juan 4:39). El endemoniado gadareno, librado por el poder de Cristo, proclamó en Decápolis «cuán grandes cosas había hecho Jesús con él» (Marcos 5:20). Luego de ser sanados, dos ciegos divulgaron la fama de Cristo por toda aquella tierra (Mateo 9:31). Evidentemente, cada uno de ellos comenzó a servir a Dios al hablar de lo que Cristo había hecho en su propia vida; y lo hizo comenzando desde el lugar donde se encontraba.

Pero no todas las personas se creen dignas de tal encargo. Miran sus propios defectos, sus limitaciones o su pasado y postergan indefinidamente el cumplimiento de la misión. Si hubiese sido así, jamás hubiese hablado de Cristo la mujer samaritana, ni el ex endemoniado, ni deberíamos hacerlo tú o yo. Aunque todos necesitamos ser purificados y reflejar el carácter de Cristo, la gran comisión consiste, no en mirarnos a nosotros mismos, sino en mostrar a Jesús como un amigo compasivo e invitar a otros a seguirlo.

Era el día de su bautismo y Elisa no hacía más que llorar. Había discutido con una mujer policía que, desconociendo sus luchas, le recordaba cada una de sus faltas. Estuvo a punto de retroceder y perder la oportunidad de iniciar una nueva vida. Falto poco para echarse para atrás. No obstante, alguien la animó a quitar la vista de sí misma y confiar en el perdón y los méritos del Salvador. En la cárcel de Chillán, Elisa no solo continuó estudiando la Biblia, sino que empezó a enseñar a otras jóvenes de la prisión acerca del poder y del amor del Redentor. Unos pocos meses bastaron para que, motivadas por su testimonio, muchas otras internas, se entregaran también a Cristo.

¿Y tú? No esperes hasta sentirte en mejores condiciones para cumplir con la gran comisión. Quita la vista de ti mismo y llévalos a Jesús. Muy cerca nuestro hay personas que necesitan oír un mensaje de misericordia a través de aquellos que han experimentado similares congojas.

Radio Adventista

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