ANA SULLIVAN
¡Pero el amor durará para siempre! 1 Corintios 13:8.
Una enfermera, que peinaba canas por los años, se sentó en el frío piso de losa, fuera de la celda de Ani, y abrió una bolsa de papel. Sacó de ella un bizcocho de chocolate y nueces, y se lo ofreció a la adolescente que permanecía acurrucada en un rincón del cuartito.
-Ven aquí, Ani, mira lo que te ha traído la enfermera.
Ani no hizo el menor Intento de aceptar la golosina que le ofrecía. Miraba hacia el Infinito, con ojos que habían perdido la capacidad de ver nada.
-Quisiera que me hablaras -suspiró la enfermera-. Sé que la vida te ha tratado injustamente. Para empezar, murió tu querida mamita cuando apenas tenías ocho años, y dos años más tarde, tu papá te abandonó. Entonces, tú y Jimmie tuvieron que venir a este orfanato. ¿Fue muy difícil, verdad? Ani no dio señales de estar escuchando.
-Además, murió tu hermano y perdiste la vista. Con razón gritabas y pateabas tanto, hasta que tuvieron que meterte aquí. A mí me hubiera pasado lo mismo. Yo sé que no estás demente, como piensan los demás. Sé que pasas por un dolor muy grande. Yo te amo, Ani, y regresaré mañana para conversar contigo.
Aunque Ani se negaba a conversar, comió el bizcocho después de que la enfermera se fue. El amor que la anciana le profesaba la hizo volver día tras día. Traía bizcochos de chocolate y nuez cada jueves. Poco a poco, Ani empezó a responder al amor de la enfermera. Comenzó a sonreír y a hablar. Dejó de gritar y patear.
Los médicos notaron el cambio en Ani y decidieron suspender su aislamiento. La enviaron a una escuela para ciegos en Boston, donde aprendió dactilología y encontró maestros que la amaban y le tenían fe tanto como aquella anciana enfermera que se había compadecido tanto de ella. La ayudaron a encontrar un médico que la operara y le restaurara la vista.
Cuando Ani Sullivan tuvo veinte años de edad, se le pidió que fuera a Tuscumbia, Alabama, a enseñar a una niñita de seis años de edad, que era ciega, sordomuda y actuaba como un animalito salvaje. Su nombre era Helen Keller. El hecho de haber tenido éxito con Helen Keller al ayudarla a llegar a ser una mujer educada y muy amada, es una prueba más de que el amor nunca falla.