Lunes 20 de Noviembre del 2017 – SALGAN DE BABILONIA – Devoción matutina para adultos

SALGAN DE BABILONIA

«Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas». Apocalipsis 18:4, NVI

VI ÁNGELES que apresuradamente iban y venían de uno a otro lado del cielo, bajaban a la tierra y volvían a subir al cielo, como si se prepararan para realizar una tarea importante. Después vi otro ángel poderoso, al que se ordenó que descendiera a la tierra y uniera su voz a la del tercer ángel para dar fuerza y brío a su mensaje. Ese ángel recibió gran poder y gloria y al descender dejó toda la tierra iluminada con su gloria. La luz que rodeaba a este ángel penetraba todos los lugares mientras clamaba con fuerte voz: «¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en habitación de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo y en albergue de toda ave inmunda y aborrecible» (Apoc. 18: 1-2). Aquí se repite el mensaje de la caída de Babilonia, tal como lo dio el segundo ángel, con la mención adicional de las corrupciones introducidas en las iglesias desde 1844. La obra de este ángel comienza a tiempo para unirse a la última magna obra del mensaje del tercer ángel cuando este se intensifica hasta ser un fuerte pregón. Así se prepara el pueblo de Dios para afrontar la hora de la tentación que ha de asaltarlo. Vi que sobre los fieles reposaba una luz impresionante, y que se unían para proclamar sin temor el mensaje del tercer ángel.

Otros ángeles fueron enviados desde el cielo en ayuda del potente ángel, y oí voces que por todas partes resonaban diciendo: «¡Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y de sus injusticias se ha acordado Dios!» (Apoc. 18: 4-5, NVI). Este mensaje parecía ser un complemento del tercer mensaje, pues se le unía como el clamor de medianoche se añadió en 1844 al mensaje del segundo ángel. La gloria de Dios reposaba sobre los pacientes y expectantes santos que llenos de valor daban la última y solemne amonestación, proclamando la caída de Babilonia y exhortando al pueblo de Dios a salir de ella para escapar de su terrible condenación.

La luz derramada sobre los fieles iluminaba por todas partes y aquellos que en las iglesias tenían alguna luz, y no habían oído ni rechazado los tres mensajes, obedecieron la exhortación y abandonaron las iglesias caídas. Muchos habían entrado en edad de razón y responsabilidad desde la proclamación de los mensajes, y la luz brilló sobre ellos, dándoles el privilegio de escoger entre la vida o la muerte. Algunos escogieron la vida y se unieron con los que esperaban a su Señor y guardaban todos sus mandamientos.- Primeros escritos, cap. 65, pp. 331-332

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