FE II
Jehová dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el aguaos salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos. Jueces 7:7.
Era el turno de Dios de probar a Gedeón. Primero le ordenó a su caudillo derribar el altar a Baal y destruir la imagen de Asera, ídolos venerados por los hebreos (Jue. 6:25-32). Gedeón lo hizo, y desde entonces fue llamado Jerobaal, “contienda Baal contra él”.
Luego Dios lo mandó a reclutar un ejército. Gedeón logró reunir treinta y dos mil hombres, número insignificante para enfrentar a una confederación de madianitas, amalecitas y mercenarios del oriente que se extendía más allá del horizonte. Entonces Dios le puso la primera prueba: debía prescindir de los cobardes. Se fueron veintidós mil.
Gedeon estaba aún pensando que sus diez mil hombres no alcanzarían para alimentar a los perros de Madián cuando Dios le aplicó la segunda prueba: todos los que al llegar al arroyo se echaran en la orilla para beber debían ser desechados, los que lamieran el agua aprisa debían permanecer. Solo trescientos fueron dignos.
Mientras veía perderse tras la colina a los nueve mil setecientos desertores, Gedeon se estremeció. Por cada soldado hebreo había cuatrocientos cincuenta enemigos.
Faltaba otra prueba: Dios escogería las armas. Escogió trompetas, cántaros y antorchas.
Esa noche, mientras los capitanes de Madián descansaban confiados en su número y su disciplina, Dios dio la orden de ataque. Los hebreos se dividieron en tres grupos, y a una señal sonaron las trompetas y gritaron al unísono: “¡Por la espada de Jehová y de Gedeon!” (Jue. 7:20).
El grito golpeó el monte y se multiplicó. Entonces quebraron los cántaros y alzaron las antorchas que agigantaron sus sombras. Los madianitas empuñaron sus armas y atacaron a un enemigo invisible. Sonaron las espadas, volaron las flechas y las cabezas… de ellos mismos. Y huyeron.
Gedeon dio aviso del descalabro enemigo a sus hermanos de las tribus de Neftalí, de Aser y de Manasés quienes les causaron grandes bajas (Jue. 7:23). En tanto, los de Efraín les salían al paso en los vados del Jordán. Gedeón y sus trescientos fueron en pos de los jefes madianitas que habían matado a sus hermanos, y los capturaron (vers. 24, 25).
Dios quiere que lo sirvas sin dudas ni reservas. Con él todo es posible.