CONFÍA EN EL SEÑOR
” ‘He visto sus caminos, pero lo sanaré’ […] dice Jehová. ‘Yo lo sanaré’ ” (Isa. 57:18,19).
Ya llevábamos treinta años trabajando. Mi esposo, Samuel, siempre había tenido buena salud, pero de pronto comenzó a sentirse muy enfermo. Después de numerosos exámenes médicos, los especialistas le diagnosticaron cáncer cerebral. Esta enfermedad no es muy común en adultos; por lo general, afecta a niños, adolescentes y jóvenes. Ese fue el comienzo de una difícil, larga y terrible batalla por la vida. Tuvimos que dejar de trabajar, para dedicarnos por completo a un tratamiento agotador de radio y quimioterapia.
Todos los días buscábamos consuelo y esperanza en las promesas de la Palabra de Dios. Pasaron los meses, y la enfermedad empeoró. Samuel tuvo que ser hospitalizado durante 19 días, doce de ellos en la unidad de cuidados intensivos. En lo que se refería a tratamiento médico, nada más se podía hacer. Mi esposo sufrió pérdidas significativas, y deterioro de la deglución, la movilidad, la visión, el habla y la memoria.
Una noche, acostado en la cama del hospital, nos pidió que oráramos por él antes de dormirse. Inmediatamente tomé mi Biblia y leí un salmo. Cuando abrí la Biblia, mi mirada se dirigió inmediatamente a Isaías 57:18 y 19, nuestro versículo de hoy. ¡Esta maravillosa promesa de Dios parecía estar resaltada en las páginas sagradas! ¡Yo estaba radiante de alegría! ¡Yo creía en la curación! ¡Yo confiaba en mi Señor! Estaba segura de que Dios estaba haciendo lo mejor para nosotros.
Ocho años han pasado desde ese día. El Señor permitió que Samuel volviera a caminar sin utilizar soportes. Puede ingerir alimentos con mucho cuidado y hablar de nuevo en público, para dar testimonio del gran amor de Dios, que cura y salva.
Es imposible olvidar cómo el Señor estuvo con nosotros en este “horno de fuego”, en esta adversidad que puso a prueba nuestra confianza en él. Verdaderamente, estábamos “atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Cor. 4:8, 9).
“Que por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!” (Lam. 3:22, 23).
¡Alabado sea el Señor! ¡Grande es su fidelidad y compasión!
Elizeth de Carvalho Fonseca