“Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?” (Lucas 7:41, 42, NVI).
Es frecuente que en las iglesias se hagan concursos para fomentar el estudio y la memorización de ciertos pasajes, profecías, etc., pero no recuerdo que se haya hecho una competencia para ver quién ama más. Sería curioso, de evaluación subjetiva y quizás hasta herético en ciertos aspectos. El capítulo titulado “La fiesta en casa de Simón”, en El Deseado de todas las gentes, nos cuenta la historia archiconocida de María y su costoso regalo para el Salvador, pero se habla muchísimo de Judas y Simón también, con características que a veces pasamos por alto.
Fue en este contexto que Jesús hizo esta pregunta a Simón, el anfitrión de la fiesta. Simón era fariseo, había sido leproso, Jesús lo había curado y, aunque de su exterior se había ido la enfermedad, en su interior aún quedaban muchas lecciones a medio aprender.
Todos los prejuicios se levantaron al ver cómo Jesús aceptaba la ofrenda y el toque de María. Todo su orgullo se vino al suelo al ver los ceños fruncidos de sus otros invitados. ¡Qué fácil podemos perder la perspectiva de las cosas!
El sacrificio de María le resultaba exasperante y no entendía la actitud de Jesús. Pero esa misma compasión mostrada a María, le fue mostrada a él. En vez de reprenderlo en público y acusarlo de forma directa, Jesús ocultó su enseñanza tras una parábola y habló con él de forma tranquila para no atraer más atención hacia esa conversación privada. Jesús enumeró las oportunidades que Simón había tenido de mostrar gratitud y amor hacia quien lo había sanado, y cómo ellas habían sido pasadas por alto. El contraste entre él y María era claro. No importaba tanto cuánto le debía cada uno a Jesús, ya que nunca hubieran podido pagar la libertad y sanidad que él trajo a su vida. Importaba la gratitud, el corazón humillado y entregado, y la disposición de servicio.
Jesús también se acerca a nosotros y, sin avergonzarnos en público, habla de forma queda pero firme a nuestro corazón, si le damos la oportunidad. Aún tiene mucho para enseñarnos. Aún tenemos mucho para agradecerle.
Quizá nunca se realice este concurso en tu iglesia, pero proponte sentar las bases para concursar cada día contigo mismo para amarlo más.