SOLITARIA
“Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).
Cuando tomaba tests de personalidad, siempre indicaba entre introvertida y extrovertida, en algún lugar entre la socialización y el aislamiento. Mi madre es sociable -habla, viaja, y es feliz entre las multitudes más bulliciosas- Mi padre, por el contrario, sería feliz viviendo en el bosque con los osos y los mosquitos. Desciendo de dos polos opuestos: el anhelo por la soledad y por la socialización. Perfecto para una compositora y cantante, que disfruta de la soledad mientras compone y de la multitud mientras canta.
Recientemente, cuando una reunión social que organicé llegó a su fin, me di cuenta de que la razón por la que estoy siempre organizando es que la niña dentro de mí está luchando con su lado introvertido, y tiene miedo de no ser invitada si no está a cargo de las invitaciones. Aunque parece que mantengo el bamboleo entre la extraversión y la introversión bajo control, me siento sola a veces y me encierro en mis canciones, diciéndome a mí misma: “No necesito de nadie”. Pero no es cierto. Una de mis canciones aborda este forcejeo: “Amigos y enemigos / no siempre son distintos. / He tenido días fuertes / y frágiles también. / A veces me siento sola. / Siento la necesidad de un vínculo de otro tipo”.
Cuando escribí esa letra, me sentía traicionada por mis amigos. Sentía que si yo desaparecía, nadie se daría cuenta. Sin embargo, también me encontré con Jesús. Me di cuenta de que él puede llenar ese vacío de la soledad. Jesús también pasó por períodos de soledad (en el desierto) y momentos en que sus amigos lo traicionaron (Getsemaní. Y cerca del final, cuando experimentó la traición de aquellos que él creó y la oscuridad por estar separado del único que le quedaba, su Padre celestial, se sintió completamente solo (ver Mat. 27:46).
Pasó por todo esto para que el Espíritu Santo pudiera venir, y que nosotros nunca más estemos solos. “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Uno de los trucos favoritos del diablo es hacer que nos sintamos aisladas. Pero tenemos un Consolador, Consejero y Ayudante: el Espíritu Santo. “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16).
Alison Brook