ELENA DE WHITE
En realidad, no es que el Señor sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario, es paciente por amor a ustedes. No quiere que nadie sea destruido; quiere que todos se arrepientan. 2 Pedro 3:9.
Elena Harmon tenía doce años de edad. Junto con sus amiguitas, había ¡do a la Iglesia Cristiana de la Calle Casco, en Portland, Malne. Escuchaban atentamente la explicación que Guillermo Miller daba acerca de su creencia en la pronta venida del Señor Jesús. ¡Decía que vendría en solo tres años!
“Tendré quince años cuando venga Cristo -pensaba Elena-, Espero poder estar preparada. ¡Cuán horrible sería quedarse atrás, y perderse para siempre!”
Ese verano, en el campamento juvenil metodista de Buxton, Maine, Elena decidió encontrar el perdón de sus pecados. Un día, mientras oraba en el altar, suplicó:
“Ayúdame, Jesús; ¡sálvame, porque perezco! Nunca dejaré de pedirlo hasta que mi oración sea escuchada y mis pecados perdonados”. De pronto sintió como si le hubieran quitado un gran peso de encima, y tuvo la seguridad de que Cristo le había perdonado sus pecados.
Pero durante los dos años siguientes parecía que los rayos de gozo la habían abandonado y la acosaban las dudas y el temor. Un día le confió a su mamá:
-No he podido dormir bien por varias semanas. Me bajo de la cama y busco a Dios con lágrimas, pero no siento la seguridad de que seré salva. Temo que el Espíritu Santo me haya abandonado y me pierda por la eternidad.
-Creo que debieras hablar con el pastor Stockman -le aconsejó su mamá.
Después de que el pastor Stockman hubo escuchado la historia de Elena, le puso la mano cariñosamente sobre la cabeza y le dijo con lágrimas en los ojos:
-Elena, has tenido una experiencia muy singular. Creo que Dios te está preparando para una obra muy especial. Sí, estoy seguro de que hay esperanza para ti, por la gracia de Dios. La misma agonía de tu mente comprueba que el Espíritu Santo está obrando en ti. Dios te ama. No es su voluntad que sus hijos perezcan. Confía en Jesús, y él no apartará su amor de tu vida.
Más adelante, Elena escribió: “Salí de su presencia llena de ánimo y consuelo”. Ella dedicó los siguientes 73 años a compartir ese mismo espíritu y esa misma esperanza con los demás. Lo hizo en su calidad de maestra, predicadora, escritora y profetisa de Dios.