A SALVO EN SUS BRAZOS
“Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna” (Sal. 91: 12).
Quisiera compartir dos incidentes diferentes que me ocurrieron. En ambos fui salvada milagrosamente. Uno sucedió cuando era una niña, y el otro luego de casarme.
Cuando tenía siete años, hubo una gran hambruna en mi pueblo, ya que no había llovido por tres años consecutivos. Todo estaba seco. Un día, fui con mi papá a un pozo cercano, para lavar ropa. Era un pozo profundo, que tenía un poquito de agua en un costado; el otro costado estaba seco. Se podía bajar por unos escalones muy empinados. Mi papá estaba lavando la ropa en el fondo del pozo. Yo estaba parada en los últimos escalones, a unos 25 metros de altura, tomando la ropa que mi papá me arrojaba para llevarlas a secar. De pronto me resbalé y, gritando, caí dentro del pozo. Instantáneamente, mi papá estiró sus brazos y me atrapó antes de que yo tocara el agua. Cuando abrí mis ojos, estaba a salvo en sus brazos. Todo esto ocurrió en una fracción de segundo. Si hubiera caído del otro lado, donde no había agua, con seguridad habría muerto al instante.
El siguiente incidente fue un accidente que tuvimos mi esposo y yo. Él estaba manejando una bicicleta y yo estaba sentada detrás de él. Cuando no vio una lomada de burro y chocamos contra él, caí de la bicicleta sobre mi hombro. En ese momento, mi vestido se trabó en un motocarro que venía detrás y me arrastró unos veinte metros. Por la maravillosa gracia de Dios, no solo no tuve grandes heridas, sino además Dios se aseguró de que ningún vehículo me atropellara.
En el versículo de hoy, Dios dice que los ángeles te levantarán con sus manos, para que ni siquiera te lastimen un pie con una piedra. Pero la Biblia tiene más promesas para nosotros. Proverbios 1: 33 dice: “Pero el que me obedezca vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal”. Descubrí que esto es cierto. Hace mucho tiempo, Dios dijo a Israel: “Date cuenta, Israel, que yo envío mi ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te lleve al lugar que te he preparado” (Éxo. 23: 20). Él todavía cumple esta promesa.
Alabemos y agradezcamos a nuestro Dios poderoso por las veces que sabemos, y las que no sabemos, que nos mantuvo a salvo en sus brazos.
JOTHI GNANAPRAKASAM