Lunes 10 de Julio del 2017 – AYUDÉMONOS MUTUAMENTE A CRECER – adultos

AYUDÉMONOS MUTUAMENTE A CRECER

«Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios». Salmo 46: 10, NV1

TENGO PROFUNDO interés en la juventud y deseo grandemente ver a los jóvenes esforzándose por adquirir un carácter cristiano perfecto, tratando de lograr, mediante el estudio diligente y la oración fervorosa, la preparación esencial para prestar un servicio aceptable en la causa de Dios. Anhelo verlos ayudándose mutuamente para alcanzar un nivel más elevado en la experiencia cristiana.

Cristo vino a enseñar a la familia humana el camino de la salvación e hizo este camino tan llano que hasta un niñito puede andar por él. Invita a sus discípulos a que avancen en el conocimiento del Señor; y a medida que estos sean guiados diariamente por su dirección, aprenderán que su salida es «cierta como el alba» (Oseas 6: 3).

Ustedes han observado la salida del sol, y la aparición gradual del día sobre la tierra y el cielo. Poco a poco progresa la aurora, hasta que aparece el sol; la luz se hace cada vez más fuerte y clara hasta que se llega a la plena gloria del mediodía. Es esta una bella ilustración de lo que Dios desea hacer por sus hijos en el perfeccionamiento de su experiencia cristiana. Andando día tras día en la luz que él nos envía, en la obediencia voluntaria a todos sus requerimientos, nuestra experiencia crece y se amplía hasta que alcanzamos la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo Jesús.

Los jóvenes necesitan tener siempre presente el camino que Cristo siguió. Fue en todos sus pasos un camino de victorias. Cristo no vino a la tierra como rey, para gobernar a las naciones. Vino como hombre humilde para ser tentado y para vencer la tentación; para que sigamos en pos de él, como debemos ir, para conocer al Señor. En el estudio de la vida de Jesús aprenderemos cuánto hará Dios, por su medio, en favor de sus hijos. Y sabremos que por grandes que sean nuestras pruebas, no pueden exceder a lo que Cristo soportó para que pudiésemos conocer el camino, la verdad y la vida. Mediante una vida de conformidad con su ejemplo, hemos de mostrar nuestro aprecio por el sacrificio que hizo en favor de nosotros.

Los jóvenes han sido comprados a un precio infinito: el de la misma sangre del Hijo de Dios. Consideren el sacrificio del Padre al permitir que su Hijo fuera inmolado. Consideren lo que Cristo abandonó cuando dejó los atrios celestiales y el trono real para dar su vida como sacrificio diario por la humanidad. Sufrió reproches y abusos. Soportó todo el insulto y la burla que los hombres malvados pudieron acumular sobre él. Y cuando hubo cumplido su ministerio terrenal, sufrió la muerte de cruz.— Mensajes para los jóvenes, sec. 1, pp. 14-15.

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