UNA MANO INCAPACITADA
“Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito” (Rom. 8: 28).
Mi abuelo, Erich Max Hollein, nació en 1921. Cuando tenía ocho años, sufrió un accidente que incapacitó su mano izquierda, al punto de que no pudo usarla más. Sin embargo, aprendió a vivir con la incapacidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército no lo reclutó por esa razón. Así que, mientras su hermano mayor y miles de otros jóvenes perdieron sus vidas en aquella terrible guerra, él fue a la universidad y estudió Derecho. Más tarde se casó, y él y mi abuela tuvieron tres hijos, y luego cuatro nietos. Tuvo una carrera profesional excelente, primero en el gobierno local y luego como miembro de la junta directiva de un banco alemán. Lo que en la infancia pareció ser una tragedia, más adelante llegó a ser una gran bendición. Después de todo, quién sabe si hubiera sobrevivido a la guerra, si lo hubiesen reclutado.
¿Alguna vez han meditado sobre el impacto de tus propias tragedias del pasado? Recuerdo que, en un momento de mi vida, abandoné la universidad luego de tres semestres y no veía qué sería de mi futuro. Sin embargo, terminé haciendo algo diferente, que más tarde me abriría muchas puertas; de hecho, todavía estoy cosechando los beneficios. Pienso en cuando estaba interesada en un joven y no funcionó de la manera que yo esperaba. ¡Qué tristeza! Pero más adelante me di cuenta de que esta persona en particular habría hecho mi vida miserable.
Mi abuelo falleció en 2008, a los 86 años, luego de una corta enfermedad. Pero incluso esta tragedia resultó en algo bueno. Tenía que viajar desde los Estados Unidos a Alemania para el funeral. Una amiga de California estaba justamente en esos días en Alemania, realizándose un tratamiento especial contra el cáncer. Así que pude estar con ella y su esposo, y apoyarlos allí.
Realmente, “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Rom. 8: 28). Él es el único que tiene el panorama general, quien ve el final desde el comienzo. Nuestra parte es continuar confiando en él, aunque enfrentemos pruebas, tragedias y deseos no cumplidos. No tengo dudas de que el Señor también usa esas oportunidades para acercarnos más a él. “Estoy convencida de que no hay nada que pueda sucederme en esta vida que no esté diseñado precisamente por un Señor soberano para darme la oportunidad de aprender a conocerlo” (Elisabeth Elliot).
DANIELA WEICKHOLD