SALVACIÓN AL ALCANCE DE TODOS
«Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados» (Miq. 7:19, RV60).
¿Has oído la expresión «armas de destrucción masiva»? Qué idea terrorífica, ¿verdad? Y, sin embargo, es real que se utilizan y es cierto que Me miles y miles de personas en todo el mundo han perdido la vida por causa de ellas. El 6 y el 9 de agosto de 1945, dos ciudades japonesas, Hiroshima y Nagasaki, experimentaron respectivamente los dos únicos ataques nucleares de la historia. El primero, dejó 105,000 muertos; el segundo, 120,000. Por no hablar de heridos y afectados. Esto deja entrever que hay personas que dedican tiempo, recursos y energías a analizar cuál será la mejor forma de acabar con la mayor cantidad de gente en la menor cantidad de tiempo. Es increíble cómo se pueden juntar para hacer el mismo tipo de planes que hace el enemigo.
El interés de Satanás es: ¿A cuántos hijos de Dios puedo atacar con éxito, de manera que queden destruidos y privados de la vida eterna? ¿Qué armas me resultarán más eficientes para lograr esta meta? Y en eso se ha especializado: en analizar cómo puede vencer a la mayor cantidad de seres humanos en esta batalla que «no tenemos contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efe. 6:12, RV60). El usa diariamente «armas de destrucción masiva» para acabar con la esperanza del ser humano. Para diseñarlas, se basa en analizar nuestros puntos débiles: el orgullo, la crítica, la ira, el adulterio, lo más bajo de nuestra naturaleza pecaminosa…
Pero ahora viene lo positivo, la buena noticia: Cristo no nos ha dejado solas. Así como las armas del enemigo son de un alcance extraordinario, la gracia y la salvación que nos ofrece nuestro Dios es para todos, sin acepción de personas. Lo único que tenemos que hacer es creer en él y aceptar su sacrificio en la cruz en nuestro favor.
«El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies» (Rom. 16:20, RV60). Mientras ese momento no llega, recordemos que tenemos de nuestro lado a un Dios poderoso que nos librará de las asechanzas del maligno. En lo que dependa de nosotras, no le demos ninguna ventaja a Satanás en la guerra que libra contra el ser humano y contra Dios.