LA PAZ VERDADERA
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
Las escenas del posible uso de armas químicas en Siria todavía están muy vivas en mi mente. Las fuertísimas imágenes revelan a hombres, mujeres, niños y ancianos que intentan dificultosamente respirar, en medio de los escombros, mientras otros quieren ayudar, dándoles aire y tirándoles agua. ¡Una completa desesperación! Peor aún es observar otros países que pretenden solucionar la guerra con más guerra.
En este momento, Siria es el país más peligroso del mundo, según el Global Peace Index (Índice de Paz Global). Este anuario, coordinado por la revista inglesa The Economist, mide el nivel de paz verificado, así como la realidad de los conflictos domésticos e internacionales que están en proceso, la protección y la seguridad de la sociedad y el grado de militarización en 163 países o territorios.
Según el Index, Islandia es considerada el país más pacífico del mundo. Sin embargo, incluso los islandeses no viven en completa paz. Eso, porque hay solamente una verdadera fuente de paz, que Jesús entregó a sus discípulos, como despedida, antes de morir. Dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
Hay una paz que ninguna investigación o estadística puede medir. No está relacionada con la ausencia de problemas, sino con la presencia de Cristo. Por cierto, él no aseguró que viviríamos en un mundo sin crisis, sino que garantizó una paz que ofrece esperanza, incluso en medio de los problemas.
En el Sermón del Monte, Jesús enseñó que la bendición y la felicidad son una realidad para quien vive para compartir paz (Mat. 5:9). Al comentar este pasaje, Elena de White afirmó: “Los seguidores de Cristo son enviados al mundo con el mensaje de paz. Quienquiera que revele el amor de Cristo por medio de una vida serena, santa y de influencia inconsciente; quienquiera que, por medio de palabras o hechos, incite a los demás a renunciar al pecado y entregar su corazón a Dios, es un pacificador” (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 30, 31). Solamente existe paz por medio del evangelio. Por lo tanto, quien evangeliza es un verdadero pacificador.
Nunca habrá paz real mientras los hombres luchen por conquistas exteriores, sin ser transformados en su vida interior. La paz no es resultado de la guerra. La paz es un don de Dios. Busca, recibe y comparte ese presente divino, y experimenta la paz que excede todo conocimiento.