ENCUENTROS CON LA CRUZ
“Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32).
¿Ha notado usted que, mientras que la muerte de muchos líderes religiosos fue lamentada, la muerte de Cristo fue celebrada? Es interesante percibir que los grandes héroes buscaron o tuvieron una muerte digna y un entierro justo, pero Cristo murió colgado de una cruz, símbolo de vergüenza, y fue enterrado en una tumba prestada. Además, la cruz, como símbolo de derrota, se convirtió en la marca de la victoria de Cristo.
En un comentario sobre el drama de la Cruz y las implicaciones del gran sacrificio de Jesús, Elena de White escribió: “Solamente el Calvario puede revelar la terrible enormidad del pecado. Si tuviéramos que cargar nuestra propia culpabilidad, nos aplastaría” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 108).
Cada uno de nosotros necesita tener un encuentro con la Cruz, recibir el regalo del Cielo y experimentar su transformación. En los días del Calvario, esos encuentros ocurrieron de diferentes maneras y representan las mismas oportunidades de hoy.
El primero sucedió como resultado de una simple situación. Simón el cireneo volvía del campo a la ciudad y no planificó aquel encuentro. Tampoco sabía lo que estaba sucediendo, pero terminó siendo obligado por los soldados romanos a llevar la cruz de Cristo (Mar. 15:21). Él representa, a quienes no buscan, planean o desean un encuentro con Cristo, pero las circunstancias de la vida, dirigidas por el Señor, los llevan a esa situación.
El segundo encuentro fue por obligación. El ladrón que estaba al lado de Cristo no quería estar allí. Fue obligado a cumplir una sentencia por los errores que había cometido (Luc. 23:32-43). En aquel momento indeseado, hubo un encuentro transformador. Este hombre representa a todos los que huyen de la Cruz o la ignoran, pero que, en las situaciones más difíciles e inesperadas o en un momento de dolor, terminan encontrando al Salvador.
El tercer encuentro se dio gracias a una acertada decisión. Juan; María, madre de Jesús; María, su hermana; y María Magdalena decidieron quedarse con Jesús cuando todos lo habían abandonado (Juan 19:25). Ellos buscaron, cuidaron, amaron y abrazaron la Cruz, en representación de todos los que diariamente deciden ponerse del lado de Jesús, aceptar su sacrificio y dar testimonio de su amor.
No sé en cuál de los grupos te encuentras. Lo más importante es permitir que la cruz de Cristo pueda atraerte y transformar tu vida.