Lunes 08 de Mayo del 2017 – MADRE – Devoción matutina para la mujer

MADRE

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre” (Ecl. 3:11).

Recientemente, trasladamos a mi madre a una residencia de ancianos. Su creciente fragilidad física y la disminución de su capacidad cognitiva pedían un cambio. Tal vez, hayas experimentado la dificultad de tratar de convencer a un padre reacio de su necesidad de ayuda. El volumen de trabajo requerido para clasificar, empacar, almacenar o disponer de una casa llena de cosas que no son tuyas, es abrumador.

Me he mudado lo suficiente como para saber que el embalaje lleva tiempo, y no era difícil suponer que mi madre necesitaría una buena cantidad de apoyo emocional también. Lo que me sorprendió, sin embargo, fue lo que el proceso de trasladar a mi madre provocó en mí. Mi propia mortalidad se hizo más real; los dolores y las pérdidas del envejecimiento, más concretos. ¿Cómo será la vida sin una madre que me consuele y me guíe? ¿De qué manera mi mente y mi cuerpo me fallarán en los próximos años? ¿Puedo enfrentar mi propia decadencia con valor? ¿Cuál es el significado de una vida que termina siempre en decadencia y muerte?

El autor de Eclesiastés luchó con problemas similares. “Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre. […] Porque ¿qué obtiene el hombre de todo su trabajo y de la fatiga de su corazón con que se afana debajo del sol?” (Ecl. 2:16, 22). La respuesta que da a esta pregunta también la veo en la vida de mi madre: “No hay cosa mejor para el hombre que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo” (vers. 24).

Mi madre vive en el presente. Le gusta comer lentamente y con cuidado. Sus placeres y dolores son momentáneos, y se recuperan rápidamente. Las posesiones que requiere son pocas y sus necesidades, mínimas. Sorprendentemente a esta edad, es muy productiva; pasa la vida ocupada, porque tiempo es lo que ahora tiene en abundancia. Verdaderamente, “todo tiene su tiempo” (Ecl. 3:1).

Y así encuentro consuelo y esperanza para mi camino. Nadie sabe lo que depara el futuro, pero por hoy, puedo comer, beber y encontrar placer en mi trabajo. Puedo dejar a mi madre y mis inquietudes en las manos de Dios, quien “todo lo hizo hermoso en su tiempo”.

Cheryl Doss

Radio Adventista

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