SIMPLIFÍCALO
“¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos! ¡Hipócritas! Pues le cierran la puerta del reino del cielo en la cara a la gente. Ustedes no entrarán ni tampoco dejan que los demás entren” (Mateo 23:13, NTV).
La Review&Herald del 7 de agosto de 1888 publicó una breve nota de invitación para sincerarse con Dios, titulada “True to God” [Sincero con Dios], Y apelaba a ser sinceros con los demás, y practicar la sencillez y la simplicidad: “Para que la luz pueda brillar sin obstrucción, debemos ser sencillos y estudiar la sencillez. Bajo ninguna circunstancia esto es tan fácil como podría parecer dado que, en esta era altamente artificial y presuntuosa, toda la sociedad está sobrecargada con un gran número de simulación y fingimiento. Detesten la simulación como opuesta a la verdad y como una clase de hipocresía en pequeña escala, y permitan que quienes los rodean los vean libremente tal como son, en sus verdaderos colores” (p. 65).
En nuestra sociedad tecnificada y sofisticada -basada sobre la imagen y recargada de materialidad-, las relaciones virtuales -mediadas por las redes sociales- implican dependencia de la tecnología. Padres e hijos se comunican mediante dispositivos electrónicos, aun bajo el mismo techo. Y personas físicamente presentes no logran comunicarse, pues están inmersos en el mundo virtual de sus celulares inteligentes.
La imagen lo es todo. Quien no se viste a la moda pasa totalmente desapercibido, en el mejor de los casos, o es discriminado y segregado, en el peor de los escenarios. La tiranía de la moda impone una dependencia de sofisticaciones y accesorios.
Inadvertidamente, lo simple y sencillo es más atractivo, eficaz e, incluso, hasta barato. Leonardo Da Vinci decía: “La simplicidad es la mayor sofisticación”. Necesitamos simplificar el mensaje evangélico, haciéndolo comprensible para personas totalmente ajenas a lo espiritual. La falta de sencillez en la explicación se debe a la incomprensión del tema, como afirma Albert Einstein: “Si no puedes explicarlo con sencillez, es que no lo has entendido lo suficientemente bien”. Pero resumir y simplificar demanda tiempo: “No tengo tiempo para escribir una carta corta, así que, en su lugar, escribiré una larga”, dijo Mark Twain.
El analfabetismo bíblico de esta sociedad hipersecularizada demanda que nos esforcemos por vivir un evangelio sencillo, que nos lleve a relacionarnos con los demás genuinamente, y con simplicidad y naturalidad. Debemos esforzarnos, además, por simplificar nuestra exposición de las verdades bíblicas. El destino eterno de las personas depende de ello.