Lunes 07 de Agosto del 2017 – LLAVES PERDIDAS – Matutina para la mujer

LLAVES PERDIDAS

“Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido” (Luc. 15:9).

Tengo tres llaves pequeñas; dos abren cajones de mi oficina y la última abre el “carrito” del edificio en que vivo. Como solía olvidarme dónde las había dejado, decidí ponerlas junto con las llaves de mi auto. Un tiempo después, decidí separarlas nuevamente y ponerlas en un llavero con forma de corazón.

El viernes, cuando necesité abrir los cajones de mi oficina, me di cuenta de que el llavero con forma de corazón no estaba en mi cartera. Busqué en el auto, en los bolsillos de mi abrigo, pero no lo encontré. Recordé que podría haberlo dejado en el hospital, donde había estado trabajando hacía dos días. Pedí a Dios que me ayudara a recuperarlas.

A la semana siguiente, cuando volví al hospital, pregunté a mis colegas si habían visto mis llaves. No estaba segura ni siquiera de si las había dejado allí, así que, pregunté a dos enfermeras si las habían visto. Una me dijo que una médica las había encontrado.

Finalmente recuperé las tres llavecitas. Y aprendí tres lecciones. La primera lección es que debemos cuidar lo que tiene valor para nosotras, como nuestros hijos. A menudo nos damos cuenta de que hemos perdido a nuestros hijos en este mundo cuando ya es demasiado tarde. Me di cuenta de que había perdido mis llaves dos días después; hasta entonces, estaba segura de que estaban en mi cartera. Nuestros hijos pueden estar asistiendo a la iglesia con nosotros, pero debemos orar con el propósito de que desarrollen una relación genuina con Dios. De lo contrario, cuando menos lo esperemos, descubriremos que están tan perdidos como lo estaban mis llaves.

La segunda lección que aprendí es que Dios nunca se da por vencido. Yo podría haber pedido llaves nuevas, y olvidado las que se habían perdido, en lugar de esperar encontrar las llaves originales. De la misma manera, luego de que el pecado entró en el Edén, Dios podría habernos destruido y creado nuevos seres. Pero no se dio por vencido y envió a su propio Hijo a “encontrarnos”.

Y, finalmente, la tercera lección que aprendí es que no debemos darnos por vencidos con nuestro prójimo tampoco. Debemos perseverar en oración por quienes están perdidos, porque un día los hijos pródigos regresarán a los brazos del Padre.

¡Gracias, mi Dios, por las //aves/ Y por las lecciones que me enseñaste por medio de su extravío.

Adriza Santos Silva Barbosa

Radio Adventista

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