Lunes 06 de Noviembre del 2017 – ANTES QUE LLAME – Devoción matutina para la mujer

ANTES QUE LLAME

“Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará” (Sal. 37:5).

Un viernes de mañana, mi esposo me llamó desde la escuela pidiéndome que entregara algo con urgencia a un señor que estaba a punto de tomar un vuelo internacional. Solo tenía veinte minutos para encontrar a esa persona, antes de que saliera de su oficina hacia el aeropuerto.

Mi día ya estaba lleno de cosas para hacer, porque quería terminar con todo antes de la puesta de sol, el comienzo del sábado. Sin ganas, le dije que sí a mi esposo, aunque sabía que no podía perder ni uno de esos veinte minutos. Y también sabía que, probablemente, no terminaría todo lo que había planificado hacer ese día.

Rápidamente subí a mi auto y comencé a manejar. ¡Oh, no! La sección del puente levadizo que debía cruzar estaba en el aire, dejando pasar a los botes por e! canal. No había nada que pudiera hacer, salvo esperar. Los pocos minutos de retraso me parecieron una hora. No tenía control sobre lo que sucedía y permanecí sentada, esperando impacientemente.

Finalmente, la parte elevada del puente bajó. Pisé el acelerador y me dirigí a mi destino: la oficina del caballero que debía tomar un vuelo internacional. A los diez minutos, estaba frente al edificio. Apurada, estacioné en un lugar prohibido, diciéndome a mí misma que volvería rápidamente, antes de que llegara nadie. Apenas me bajé del auto, vi la figura de un hombre.

Estaba de espaldas a mí, y parecía bastante apresurado. Estaba intentado pasar a otro señor, cuya atención estaba tratando de atraer. ¡Casi no podía creerlo! ¡El caballero de espaldas era la persona que mi esposo me había pedido que contactara! Mi corazón se volvió a Dios en agradecimiento, porque había organizado todo tan bien: el retraso por causa del puente levadizo; el hombre fuera del edificio justo en aquel momento; el contacto que pude tener con él antes de su partida.

Agradecí al Señor en silencio y luego en voz alta. Dios me había ayudado a evitar perder un tiempo valioso en pasar por un oficial de seguridad, una recepcionista y una secretaria. No había pedido ayuda a Dios audiblemente, pero él lo había arreglado todo. Lo alabé todo el camino de regreso a casa. Y continuaré alabándolo hasta que llegue a mi destino eterno: el cielo.

Quilvie G. Milis

Radio Adventista

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