Lunes 04 de Diciembre del 2017 – ESPERANZA – Devoción matutina para la mujer

ESPERANZA

“Halle tu sierva gracia delante de tus ojos’ respondió ella. Se fue la mujer por su camino, comió, y no estuvo más triste” (1 Sam. 1:18).

Al principio había sido fácil. Soñar. Esperar. Desear. Querer. Estaba tan segura de que Dios contestaría. ¿Por qué no iba a hacerlo? Eran buenas personas. Se amaban el uno al otro. Amaban a Dios. Pero mes tras mes, se hizo más difícil esperar. Los meses se hicieron años. Los años se volvieron desesperación.

¿Por qué Dios no contestaba? ¿Había hecho algo malo ella? ¿Su esposo? Ella había intentado todo lo que le habían sugerido; ¿qué más podía hacer? La gente murmuraba. Decían que Dios la había maldecido; que ella había hecho algo terrible. Que era su culpa. Evitaba ir al mercado y a las reuniones sociales tanto como podía. Las palabras y la distancia, o la lástima en los ojos de la gente, eran demasiado difíciles para su corazón, que ya estaba quebrantado. Con el tiempo, se habían dado por vencidos.

Elcana tomó otra esposa; una esposa joven. Una que quedó embarazada rápidamente, y más de una vez. Su hogar se había convertido en un lugar de tensión y de dolor. Palabras malvadas. Comentarios sarcásticos. El dolor llegaba a tal profundidad que ella lloraba y no comía. Muchas mujeres comen cuando están dolidas, pero aquel dolor era tan profundo que ni siquiera el chocolate podía probar.

Aun así, no podía darse por vencida. Finalmente, entregó su amargura a Dios. Oró y lloró. No fue lindo, pero fue sincero y de corazón. Su dolor. Su esperanza. Su duda. Su angustia. Su dependencia del Único que podía sanarla y proveerla. Y cuando su corazón se vació del dolor y la angustia y se quedó ya sin lágrimas, volvió a encontrar esperanza. Tuvo fe en que Dios respondería. Se despidió y se fue a comer. Desde ese momento, su semblante cambió. Su esperanza se fundamentó sobre su confianza en Dios. Ella realmente creía que Dios la había escuchado; creía que Dios respondería. Creía que Dios la amaba. Y vivió de acuerdo con eso. Su rostro y sus actos reflejaron esa confianza.

Quiero esperar y confiar en Dios como lo hizo Ana. Quiero que mi rostro y mis actos reflejen una confianza y una esperanza que trae paz, incluso en los momentos más difíciles y dolorosos. Una esperanza que se encuentra al verter nuestros corazones con sinceridad ante Dios, creyendo que él nos ama y viviendo esperando que responda.

Tamyra Horst

Radio Adventista

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