EL HOMBRE LOBO
“Id; he aquí yo os envío corno corderos en medio de lobos” (Lucas 10:3).
Los caprichos de la historia hicieron que este mismo día fallecieran dos importantes personajes: el 4 de diciembre de 1642 muere el famoso Cardenal Richelieu, y el 4 de diciembre de 1679 pasó al descanso Thomas Hobbes. Aunque no lo creas, en ciertos aspectos están relacionados.
Richelieu fue un obispo que ingresó en la política, y alcanzó un gran poder tanto en la Iglesia Católica como en el Reino de Francia. Cuando llegó a ser primer ministro de ese país, consolidó la monarquía francesa luchando en contra de las diversas facciones internas.
Más allá de sus rasgos positivos, Richelieu es más bien conocido por la manera autoritaria que usó para conservar el poder. Creó una red de espionaje, prohibió la discusión de asuntos políticos en asambleas públicas, y persiguió y ejecutó a sus rivales políticos.
Por su parte, Thomas Hobbes fue un filósofo inglés cuya obra Leviatán (1651) influyó de manera importante sobre el desarrollo de la filosofía política occidental. Una de sus frases más famosas es esta: “El hombre es lobo del hombre”. Pareciera como si Hobbes, años más tarde, describiera la personalidad de Richelieu. La frase revela la condición humana, así como lo hace el texto de Ezequiel 22:27. “Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan presa, derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas”.
Desde siempre, hubo personas que soñaron con el poder y se convirtieron en líderes servidos, no serviciales, pervirtiendo así la esencia del liderazgo positivo.
Somos como lobos rapaces, y buscamos devorarnos unos a otros. Nos alimentamos con envidia, en vez de con bondad. Bebemos venganza, en vez de perdón. Nos bañamos en rencor, en vez de en alegría.
Somos lobos egoístas, y buscamos el bienestar propio antes que el colectivo. Nos alimentamos con ira, en lugar de amor. Bebemos ambición, en vez de servicio. Nos bañamos en altivez, en vez de en humildad.
Ante esta realidad, aparece Jesús, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Su amor nos llena, nos transforma, nos guía…
Hoy puede ser un día histórico. Ama a tus prójimos y sirve a quienes te rodean. Hazlo hoy, no mañana. ¡No seas un lobo feroz!
“La inhumanidad del hombre para con el hombre es nuestro mayor pecado” (Elena de White, El ministerio de curación, p. 121).