EL CONTRASTE DE LA NATURALEZA
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Ecl. 3:1).
A causa de la falta de agua, los paisajes perdieron todo su verdor y los pastos se convirtieron en riesgos potenciales de incendio. Pueblos enteros fueron arrasados por infiernos de fuego; muchas personas fallecieron trágicamente. Desastres que recordamos vívidamente. En Australia meridional, nuestra principal fuente de agua es el río Murray. El nivel del río había bajado drásticamente, dejando bancos de tierra secos y exponiendo islas nunca antes vistas. Las industrias de cultivo de cítricos que dependían del río no podían sobrevivir, por lo que los huertos fueron abandonados. Los lagos que mantenían la producción láctea se secaron, forzando a los granjeros a vender sus vacas. Las deudas y la angustia aumentaba; y, tristemente, la cantidad de suicidios también se incrementó. Se decretaron restricciones al uso del agua, y todos, preocupados, aprendimos a respetar cada gota de agua. La boca del río Murray se había encenegado completamente y, básicamente, estaba muriendo. El campo no podía mantener a los animales, por lo que el ganado murió en grandes cantidades. Animales salvajes como canguros, dingos, zorros y camellos, que normalmente viven lejos de la civilización, se acercaban a los pueblos en búsqueda de comida y agua. Las pocas lluvias que cayeron a mitad de 2010 fueron de gran bendición, pero no teníamos idea de que se acercaba diluvio tras diluvio. Mientras escribo, en septiembre de 2010, las represas están desbordadas, y los arroyos y los ríos desmadrados. Las tormentas han dañado las carreteras. Pueblos enteros están inundados, y muchos hogares tuvieron que ser evacuados. El gran lago Eyre, en el norte, generalmente es una salina, pero ahora se ha vuelto un mar inundado, que atrae a miles de aves y a multitudes de turistas, intrigados, que visitan esta maravilla natural. Sin embargo, por causa de la inundación de los ríos, muchos han quedado varados en las carreteras. La naturaleza ha revivido, y el terreno está cambiando completamente. Lo seco se ha vuelto húmedo, y la renovación ya ha comenzado. ¡Qué grandes contrastes vive la gente! Y no siempre son los ideales, que desearíamos. En un mundo de desastres continuos, debemos confiar en nuestro Padre celestial, porque él viene pronto. “No se complace en afligir o entristecer a los hijos de los hombres” (Lam. 3:33). En el cielo, no habrá destrucción por fuego ni por diluvio. ¡Alabado sea Dios!
Lyn Welk-Sandy