“Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, hizo bendición al practicarla” (Santiago 1:25, NVI).
La Real Academia Española define el verbo “perseverar” de la siguiente manera: “Dicho de persona, ‘mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión’, o ‘permanecer en un estado o situación’”.
Una noche congelada, llegamos con unos amigos a una casita en Humahuaca, una pequeña ciudad muy pintoresca y turística al norte de Argentina. Íbamos a hospedarnos gracias a la amabilidad de un alfarero local, y al entrar en su cocina conocimos a un mochilero francés que también estaba visitando ese lugar.
Nos contó que en unos días llegaría la bicicleta que había comprado para recorrer de norte a sur toda Argentina. Nos mostró su carpa, su alforja, sus escasas pertenencias que cabían en su pequeña mochila, y nos habló de su determinación de llevar a cabo ese sueño largamente acariciado.
Dos días después, viajamos hacia el norte y él recibió su esperada bicicleta, y partió rumbo al sur.
Le llevó 184 días y 6.500 kilómetros llegar a destino, pero lo logró.
Atravesó la cordillera, sobrevivió tormentas, calores, camiones, vientos, frío y cansancio extremo. Pero perseveró en lo que se había propuesto y lo consiguió.
En la Biblia, se nos invita muchísimas veces a perseverar: en el temor de Jehová, con nuestro pensamiento en Dios, en dar fruto con corazón bueno, en oración y ruego, en la doctrina, en la comunión, en el partimiento del pan, en la gracia de Dios, en el bien hacer, en el evangelio, en la perfecta ley de libertad. Tantas formas y aspectos que quedan cubiertos no solo en nuestra vida espiritual personal, sino en las acciones cotidianas hacia los demás.
“Así como el minero descubre vetas de precioso metal ocultas debajo de la superficie de la tierra, así también el que perseverantemente investiga la Palabra de Dios como si buscara tesoros ocultos encontrará verdades de inmenso valor, las cuales están ocultas de la vista del investigador descuidado . Las palabras de la inspiración, reflexionadas en el corazón, serán como ríos de agua que manan de la fuente de la vida ”(El camino a Cristo, p. 77).
Quizá tu sueño no es atravesar una cadena montañosa en bicicleta, pero como cristianos podemos perseverar en todo lo que se nos manda y proponernos días de mayor estudio de la Palabra de Dios. ¡También será un viaje inolvidable y de aún mayor bendición!