TRES GRANDES LECCIONES DE ESTER
«¿Quién sabe si para esta hora has llegado?» (Est. 4:14, RV95).
EI edicto promulgado en Susa el día trece del mes primero pedía el exterminio del pueblo judío (ver Est. 3:5-15). Esto causó una profunda consternación entre ellos, que afectó a la misma reina Ester, pues era judía. Como una verdadera hija de Dios que era, afrontó la crisis con una entereza y una disposición que constituyen un ejemplo para nosotras hoy. Lejos de ponerse a llorar o a gritar, de airarse, desesperarse o salir impulsivamente hacia la recámara del rey (lo cual quizás le hubiera costado la vida), Ester buscó a Dios en oración.
«Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, ayunad por mí y no comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis doncellas ayunaremos, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca», fue la indicación de Ester (Est. 4:16, RV95). Con ella nos da una primera lección: no te precipites a buscar soluciones por ti misma; acude a Dios antes de hacer nada.
Ester estaba lista para pasar a la acción, contando con la guía de Dios sobre cada uno de sus pasos. Se puso sus vestiduras reales y se presentó ante el rey para solicitarle su asistencia a un banquete, dándonos así una segunda lección: lejos de creer que como ya había ayunado y orado podía actuar sin más, ella fue prudente, guardó silencio y no pidió nada todavía. Se aseguró primero de contar con la aceptación del rey.
Hubo un primer banquete en el que no ocurrió nada, y un segundo, durante el cual Ester expuso su petición: «Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos y si place al rey, que se me conceda la vida: esa es mi petición; y la vida de mi pueblo: ese es mi deseo. Pues yo y mi pueblo hemos sido vendidos, para ser exterminados, para ser muertos y aniquilados» (Est. 7:3-4, RV95). La historia termina con éxito: el favor de Dios estaba con ella. Tercera lección: Ester no confió en su belleza física ni en sus dotes femeninas de persuasión; tampoco en la sagacidad humana; actuó con la sabiduría que obtuvo en la presencia de Dios.
Esa sabiduría está también a tu alcance. Pídesela a Dios porque… ¿quién sabe si para esta hora has llegado? Tal vez él está queriendo actuar a través de ti en este día.