GRACIA VERSUS PECADO
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero” (Apocalipsis 12:11).
La sangre del Cordero es nuestra garantía de que la gracia restaurará todo lo que el pecado destruyó. La Biblia nos asegura eso. El pecado destruyó nuestras vestiduras. Adán y Eva vieron “que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (Gén. 3:7). La gracia nos concede nuevas vestiduras. “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida” (Apoc. 3:5).
El pecado nos separó de la presencia de Dios. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron” (Gén. 3:8). La gracia confirma que viviremos en la presencia de Dios. “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí” (Apoc. 3:12).
El pecado hizo nuestra vida más difícil. “Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Gén. 3:19). Pero la gracia nos garantiza: “Al que venciere, daré a comer del maná escondido” (Apoc. 2:17).
El pecado nos lleva de nuevo al polvo de la tierra (Gén. 3:19). La gracia nos lleva a la victoria sobre la muerte. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apoc. 2:11).
El pecado disminuyó nuestro dominio. El Señor, al ser humano, “lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado” (Gén. 3:23). La gracia recupera nuestra autoridad. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apoc. 2:26).
El pecado nos privó del árbol de la vida. Dios “puso al oriente del huerto de Edén querubines” (Gén. 3:24). La gracia nos devuelve esa oportunidad. “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apoc. 2:7).
La gracia siempre nos ofrece más de lo que merecemos. Un conocido escritor ilustra esta realidad. “La misericordia le dio al hijo pródigo una segunda oportunidad. Pero la gracia le hizo una fiesta. La misericordia llevó al samaritano a hacerle curaciones a la víctima. Pero la gracia lo llevó a dejar créditos para pagar el tratamiento”.
A cada instante, la gracia te restaura, pero recuerda que eso no fue gratis. Únete al Señor y permanece fiel, confiando en que los mismos brazos que fueron clavados en la cruz por ti se extenderán para darte la bienvenida al cielo.