Jueves 28 de Mayo – ¿A QUIÉN LIBERA REALMENTE EL PERDÓN? – Damas

¿A QUIÉN LIBERA REALMENTE EL PERDÓN?

«Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efe. 4:32).

A ti. Esa es la respuesta clara y contundente a la pregunta que formula el título de hoy. Sí, el perdón beneficia al ofensor, pero, sobre todo, te libera a ti. Así que, aunque sea por motivos egoístas, bien merece la pena ponerlo en práctica.

Perdonar es una decisión que está enteramente en tu mano y que no depende de que la otra persona se arrepienta. Claro que la experiencia más completa del perdón es que exista después una reconciliación, pero tú y yo sabemos que esto no siempre es posible. Las cosas de dos dependen de dos, no de uno; pero si es posible, en cuanto dependa de ti, está en paz con todos los hombres. No te vengues tú misma, sino deja lugar a la ira de Dios (ver Rom. 12:18-19, RV60). Deja el asunto en manos del Señor y vive tranquila.

Tal vez después de todo lo que hemos hablado ayer y hoy del perdón te estés preguntando qué es exactamente perdonar. Esta es la mejor definición que he escuchado: perdonar es 1) reconocer que alguien nos ha hecho daño, 2) ponernos en los zapatos de esa persona para intentar comprender el porqué de la ofensa que hemos recibido de su parte, 3) manejar nuestras emociones de tal manera que no nos lleven a una respuesta que haga daño (a nosotras, a la otra persona o a terceros), 4) hablar con la persona para intentar aclarar la situación, y 5) dejar en manos de Dios tanto el dolor como la relación.

¿Es posible la reconciliación? Sí, siempre y cuando la otra persona reconozca el error, pida disculpas con sinceridad y cambie de actitud hacia ti. Pero ¿es necesaria la reconciliación para que haya perdón? No. Solo es necesaria tu voluntad de perdonar y desterrar totalmente el rencor de tu corazón. Es un paso de fe.

Leí en una ocasión que el resentimiento es como beber veneno y esperar que sea la otra persona la que se muera. Y es cierto, es así de ridículo. El resentimiento te envenena a ti, con lo cual te estás convirtiendo por segunda vez en víctima. Lejos de veneno, el perdón es medicina, «porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes» (Mat. 6:14).

Radio Adventista

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