Jueves 27 de Julio del 2017 – UN MILAGRO A LAS NUEVE – Devoción matutina para la mujer

UN MILAGRO A LAS NUEVE

“Le presentaban niños para que los tocara, pero los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó y les dijo: ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él’ ” (Marcos 10:13-15).

Estábamos cansados y era tarde. Esperábamos que mis padres volvieran de la fiesta. Mi hermana de siete años, mi hermano de cinco y yo, de nueve años, habíamos disfrutado de una tarde de juegos, pero se acercaban rápidamente las 9:30, nuestra hora de acostarnos. Mi tía nos acostó en una de sus camas, y fue a la planta baja, a esperar que mis padres volvieran.

Era la primera vez que intentaba dormir boca arriba, porque pensé que los tres estaríamos más cómodos así. Mis hermanos se durmieron rápidamente, pero a mí me tomó más tiempo acostumbrarme a una cama diferente. De repente, mi lengua se fue hacia la garganta, haciendo que no pudiera respirar, y me desperté. Me sentí completamente paralizada, mientras mis hermanos dormían a mi lado y mi tía esperaba pacientemente el regreso de mis padres. No podía pedir ayuda ni moverme. La única respuesta que tenía era Dios, como mis padres nos habían enseñado. Recordé, al mismo tiempo, todas las historias: cómo salvó a los israelitas de los egipcios al cruzar el Mar Rojo, y a David de Goliat. Mentalmente, elevé una de las oraciones más cortas de mi vida: “Señor, si mi vida en esta tierra no tiene un propósito, déjame morir. Si tengo un propósito, entonces permíteme vivir”.

Justo entonces sentí dos manos que me tomaron de la espalda y me dieron la vuelta. Mi lengua destapó la garganta. ¡Pude respirar! Completamente despierta, miré a mi alrededor, para ver quién me había salvado la vida. No había nadie. Mis hermanos seguían dormidos a mi lado, y mi tía todavía estaba abajo. Entonces me di cuenta de que Dios me había salvado de una manera milagrosa. Todavía estoy descubriendo mi propósito en esta vida. Lo que nadie puede quitarme es esa noche en que Dios oyó mi oración y me amó tanto que me salvó. Este evento ayudó en la formación de mi carácter.

Señor, gradas por mi vida y por las personas que he conocido por el camino. Por favor, perfeccióname para tu Reino. Amén.

Gail Frampton

Radio Adventista

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