Jueves 26 de Mayo – Nuestra parte – Devoción Matutina para Jóvenes

Yo me he impuesto la norma de no codiciar ni siquiera a las solteras. ¿Cuál es la recompensa que el Todopoderoso da a cada hombre desde lo alto del cielo? (Job 31: 1-2, DHH).

UNO DE LOS GRANDES HOMBRES de las Escrituras fue Job. Siempre sentí gran admiración por él, porque quien hace excelentes comentarios sobre su persona es nuestro Padre celestial. Es Dios quien afirma que su vida era «recta y sin tacha […] cuidadoso de no hacer mal a nadie» (Job 1:1). ¡Qué tremenda descripción! Ese Dios que no se fía por las apariencias, sino que puede leer los pensamientos y las intenciones del corazón, vio que Job era sobresaliente y que no había otro como él.

Una de las características que las Escrituras presentan sobre la vida de Job tiene que ver con una disciplina que él se había impuesto para agradar a Dios. Este gran hombre de Dios sabía que sus ojos podrían conducir su mente por la ruta del pecado, entonces, para vivir santamente, ejerció su voluntad no permitiendo que sus ojos miraran mujeres ajenas.

Es fundamental entender este aspecto. En la lucha contra el pecado sexual, el hombre tiene una función que cumplir y Dios otra. Dios no hará tu parte para que obtengas la victoria. Al igual que Job, es necesario identificar qué acción, situación o pensamiento nos separará de él, entonces, con todas nuestras fuerzas, evitarlo. «Muchos […] creen que cuando se comprometen con Dios él quita sus deseos lujuriosos de la misma manera en que un cirujano extirpa un tumor. Ellos esperan estar libres de deseos por el resto de sus vidas. Cuando descubren que no es así, se sienten confundidos y desanimados. Creen que Dios no ha respetado su parte del trato y entonces regresan a la antigua vida. ¡No cometas ese error! Debes entender desde el principio que Dios no va a quitar la lujuria de ti cuando vengas a él. Él no se encarga de hacer tu trabajo. Lo que sí hace es darte las instrucciones y el poder que necesitas para controlar esos deseos» (Bill Perkins y Randy Southern, Cuando un hombre joven es tentado, pp. 99-100).

Al igual que Job, todos los que amamos a Dios y deseamos honrarlo, debemos hacer nuestra parte para ser puros. Debemos evitar todo tipo de imágenes lascivas, no participar de conversaciones que expresen experiencias y anécdotas lujuriosas y poner freno a los pensamientos obscenos que se podrían generar en nuestra mente. Como Job, debemos ejercer la voluntad, para que unidos al poder divino obtengamos el éxito. Haciendo nuestra parte, alcanzaremos la promesa que nos dice: «Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios» (Mat. 5: 8).

Radio Adventista

View all contributions by