AL FILO DE LO IMPOSIBLE
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
En 1985, el montañista Richard Bass se convertía en la primera persona en escalar las Siete Cumbres, los picos más altos de cada continente (incluyendo dos en América). ¡Una grandiosa hazaña! Diecisiete años más tarde, el 25 de mayo de 2001, Erik Weihenmayer repitió esa hazaña. Solo había una diferencia: Weihenmayer es ciego. Se convirtió así no solo en el primer (y hasta ahora único) ciego en llegar a la cima del Everest, la montaña más alta del planeta, sino también en el primer ciego en escalar las siete cumbres.
Weihenmayer nació el 23 de septiembre de 1968 en Princeton, Nueva Jersey, Estados Unidos. Cuando aún era niño, descubrieron que padecía retinosquisis congénita, enfermedad que afecta con cierta frecuencia la visión de personas de avanzada edad. Pero su versión congénita era mucho más rara y problemática.
Desde muy pequeño, su padre lo incentivó a desafiar lo que los demás consideran que los ciegos no son capaces de hacer. Creció con la actitud de que podía realizar todas las actividades de las personas con visión completa. Así, practicó toda clase de deportes. Jugó al básquetbol, pero recibía muchos golpes en su cara cuando no podía anticipar la trayectoria de la pelota cuando iba directamente hacia él.
El gran punto de inflexión fue cuando, en un programa para personas invidentes, hizo prácticas de escalada. Inmediatamente quedó fascinado al enfrentarse a una gran barrera, porque con sus manos debía encontrar los agujeros para conseguir conectar la mejor trayectoria que pudiera llevarlo a superarla.
Pronto, se animó a escalar el monte McKinley, el más alto de Estados Unidos. Luego, escaló El Capitán, ascenso caracterizado por su complejidad técnica. En 1997, propuso a su novia escalar juntos el monte Kilimanjaro, el más alto de África. Se casaron al llegar a la cumbre, demostrando su pasión compartida por la montaña.
Luego de escalar el Aconcagua, cima más alta de América, en 1999, decidió enfrentar el reto del Everest; y solo un 10% logra llegar a la cima del “Techo del mundo”. Los sherpas (habitantes de los alrededores del Everest convertidos en guías expertos) se sorprendieron por su gran seguridad al moverse en la montaña.
Erik demostró que, aun teniendo impedimentos o limitaciones, los límites dependen de la actitud con la que enfrentemos los problemas. Como cristianos, contamos con otra ayuda todavía: el poder que Cristo nos da mediante su Espíritu Santo. El apóstol Pablo, pese a sus limitaciones, estaba convencido de que no hay límites cuando tenemos a Cristo en nuestro corazón.
Hoy, enfrenta los desafíos de tu vida con la plena certeza de que, si te aferras de la mano de Jesús, ¡no existen límites!