JUVENTUD
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud.
Eclesiastés 12:1.
No volverá, lo sé, pasó la vida
igual que el tren que se alejó pitando
y con su ruido loco triturando
la juventud de anhelos florecida.
No volverá, como paloma herida
que el gavilán hallara suspirando,
no volverá, y aún sigue repicando
la soledad en mi ciudad dormida.
No volverá la fuerza ni el ensueño,
la juventud se fue, y el tiempo aleve
se apoderó como si fuera dueño
de aquel ayer que se fundió cual nieve
y confirmó que nuestra vida es sueño,
sueño de amor, inmensamente breve.
¡Ah, la juventud!, edad dorada cuando todo parece fácil. Cuando parece que los padres nada saben. Cuando la eternidad no es una preocupación porque no se intuye la muerte. Cuando se juega con el amor y se paga con dolor.
El Sabio escribió un lacrimoso sermón en el que reflexiona sobre las pasiones juveniles, el engaño de las riquezas y la erudición, y dice que todo eso es vano. Concluye aconsejando a los jóvenes: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud”. El sermón me estremece porque ya no soy joven. Pero tú sí. Disfruta tu juventud. Canta, ríe, libérate del teléfono y vive la verdadera vida, la de la familia, la iglesia, la escuela, el trabajo y los buenos amigos, y adora a Dios “antes que vengan los días malos” (Ecle. 12:1).