LA NUEVA MUJER DE PROVERBIOS 31: UN LLAMADO A LA VIRTUD
“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas” (Prov. 31:10).
En los años cincuenta, se nos enseñaba que debíamos ser “puras” hasta el matrimonio. Entonces me influyó la mentalidad de los sesenta. Hasta que conocí a Cristo. Ahora me gustaría revivir un rasgo de carácter pasado de moda: uno que se resalta en Proverbios 31, capítulo bíblico que todavía permanece como un patrón para la mujer moderna.
El capítulo comienza con la advertencia de una madre a su hijo: “No gastes tu vigor en las mujeres, ni tu fuerza en las que arruinan a los reyes” (vers. 3, NVI). Recordamos el fracaso de Sansón, David y Salomón en seguir este consejo. La madre describe a la mujer virtuosa; el tipo de mujer con quien su hijo debiera casarse. Esta mujer virtuosa es talentosa, y será una buena esposa y madre. Según el versículo 30, ella pone el temor del Señor por sobre todo.
Todavía hay mujeres virtuosas. Y esperamos encontrarlas en la iglesia. Pero, a veces, la forma de vestirse y de comportarse contradice su testimonio. Es así que la pregunta “¿Quién puede encontrar una mujer virtuosa?” es aún más relevante en los círculos cristianos. La virtud parece pasada de moda en estos días. En el siglo XIX, las mujeres sabían que debían ser virtuosas y puras; es decir, que debían permanecer puras sexualmente, vírgenes, hasta el matrimonio. Pero luego de la década de los años sesenta, me parece que muchas vírgenes “desaparecieron”, cuando la virtud salió volando por la ventana. Hasta entonces, la literatura había narrado historias de caballeros que luchaban por mujeres virtuosas. La virtud era una cualidad que se atesoraba. Es por eso que José se preocupó cuando María quedó embarazada antes de casarse. Es también por eso que la Iglesia Católica exalta a María como virgen.
Tradicionalmente, las madres han sido consideradas virtuosas porque la maternidad ayuda a refinar el carácter. Las madres deben dejar de lado el yo y sacrificarse por sus hijos. Este amor puro refleja el carácter de Cristo: abnegado, amante, considerado, modesto, leal, amable, dispuesto a perdonar, paciente. En fin: ¡virtuoso! El carácter de Cristo refleja a Dios, que es puro amor. Seamos madres o no, ¿no debiera este ser nuestro llamado como mujeres cristianas: reflejar la virtud y la pureza de la mujer de Proverbios 31, que reflejó la virtud de Cristo?
Mary Mdntosh