PERSEVERAR HASTA EL FIN
«El que persevere hasta el fin, este será salvo» (Mateo 24: 13).
LA PERSEVERANCIA en el camino de fe es una necesidad del cristiano. Sería en vano brotar rápidamente como la semilla que es sembrada sobre la roca, para luego secarse rápidamente cuando el sol está en lo alto, eso solamente demostraría que una planta así no tiene raíces, pero «se llenan de savia los árboles de Jehová» (Salmos 104: 16), permanecen, continúan y dan fruto, aun en su ancianidad, para demostrar que el Señor es recto. Perseverar es mantenerse firme, resistir, padecer, sufrir, permanecer. Santiago 1: 12 contiene una hermosa promesa: «Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman».
Si bien es cierto que a menudo debemos impresionar la mente con el hecho de que la vida cristiana es una vida de lucha, que debemos velar, orar y esforzarnos, que es peligroso que el alma descuide por un momento la vigilancia espiritual, el tema ha de ser la plenitud de la salvación que se nos ofrece en Jesús, que nos ama y se entregó para que no perezcamos, sino que tengamos vida eterna (E. G. White, Mensajes selectos, t. 1, pág. 213).
Muchos son atraídos a la vida cristiana, pero pocos están dispuestos a enfrentar las condiciones por las cuales puede ser suya la recompensa del cristiano, si pudieran ganar la salvación sin esfuerzos de su parte estarían más que felices. Pero las Escrituras enseñan que uno debe cooperar con la voluntad y el poder de Dios, despojarse de quiénes éramos en el pasado, dejar todas nuestras cargas, correr con paciencia y resistir; porque únicamente el que siga firme será salvo.
El apóstol Pablo declara: «El justo vivirá por fe; pero si retrocede, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma» (Hebreos 10: 38, 39).
Por la fe llegaron a ser de Cristo, y por la fe tienen que crecer en él dando y tomando a la vez. Tienen que darle todo: el corazón, la voluntad, la vida, dense a él para obedecer todos sus requerimientos; y deben tomar todo: a Cristo, la plenitud de toda bendición, para que habite en su corazón y para que sea su fuerza, su justicia, su eterna ayuda, a fin de que les dé poder para obedecerle (White, Dios nos cuida, pág. 79).
Pidamos a Dios que nos dé toda la voluntad que necesitamos para perseverar.