IGNACIO JAN PADEREWSKI
Guarda mis días de descanso y muestra reverencia por mi santuario. Yo soy el Señor. Levítico 19:30.
Una joven turista estadounidense entró en la casa de Beethoven, que ahora es un museo en Bonn, Alemania. Pasó la mano a lo largo del famoso piano de cola que se usó en la composición de muchas obras famosas, y se dejó caer en la silla antigua frente al teclado. El guardián la observaba con desagrado mientras ella tocaba una tonadita popular y ligera. -¿Reciben a muchos visitantes en este lugar? -preguntó la joven.
-Sí, una gran cantidad.
-Y ¿viene mucha gente famosa?
-En realidad, sí. Paderewski, el gran pianista y compositor, estuvo aquí hace poco.
Los dedos de la joven recorrieron el teclado improvisando algunas escalas.
-¿Y qué pieza tocó el gran Paderewski en este piano?
El guardia enderezó los hombros y, con una inflexión de reproche en la voz, le respondió:
-Paderewski no se consideró lo suficientemente digno para tocar el piano de Beethoven.
Es correcto honrar a los grandes hombres y mujeres. A nadie le agrada ver a un niño que corretea dentro de un museo. El respeto a las personas famosas, que hicieron posible el museo, exige que caminemos quedamente y que no se toquen los objetos, a menos que se nos invite a hacerlo.
Luego, cuánto más importante es mostrar respeto al Todopoderoso, al Dios Viviente, cuando entramos en su casa para adorarlo los sábados. Si de alguna manera pudiéramos percibir la presencia y la gloria de Dios, temeríamos hacer ruidos innecesarios e interrumpir los servicios.
¿Será una falta de reverencia el masticar chicle en el culto? ¿Crees que le agrada a Dios que hablemos y riamos durante la lectura bíblica? ¿Será una honra para Dios que los jóvenes o los adultos hagan ruido con papeles o dibujen en los himnarios o en los boletines? ¿Cómo se sentirán los ángeles, cuando alguien mantiene los ojos abiertos y se muestra irreverente en la oración?