LA PREPARACIÓN PARA EL SÁBADO
«Acuérdate del sábado para santificarlo». Éxodo 20: 8
JUSTO AL COMENZAR el cuarto mandamiento, el Señor dijo: «Acuérdate». Sabía J que entre la multitud de ocupaciones y preocupaciones, nos veríamos tentados a excusarnos de satisfacer lo que requiere la ley, o nos olvidaríamos de su importancia sagrada. Por lo tanto, dijo: «Acuérdate del sábado para santificarlo» (Éxo. 20: 8).
Durante toda la semana debemos recordar el sábado y hacer preparativos para observarlo según el mandamiento. No solo debemos observar el sábado en forma legal. Debemos comprender su importancia espiritual sobre todas las acciones de nuestra vida. Todos los que consideren el sábado como una señal entre ellos y Dios y demuestren que Dios es quien los santifica, representarán los principios de su gobierno. Pondrán diariamente en práctica las leyes de su reino. Diariamente rogarán que la santificación del sábado descanse sobre ellos. Cada día tendrán el compañerismo de Cristo y ejemplificarán la perfección de su carácter. Cada día su luz brillará para los demás en sus buenas obras.
En todo lo que pertenece al éxito de la obra de Dios, las primeras victorias se deben ganar en el hogar. Allí debe empezar la preparación para el sábado. Recuerden los padres durante toda la semana que su hogar debe ser una escuela en la cual sus hijos se prepararán para el cielo. Sean correctas sus palabras. No escapen de sus labios expresiones que sus hijos no debieran oír. Mantengan su espíritu libre de irritación. Padres, vivan durante la semana como a la vista de un Dios santo, que les ha dado hijos para que los preparen para él. Instruyan así la pequeña iglesia que hay en su hogar, a fin de que el sábado todos puedan estar preparados para adorar en el santuario del Señor. Presenten cada mañana y noche sus hijos a Dios como su heredad comprada con sangre. Enséñenles que es su más alto deber y privilegio amar y servir a Dios. […]
Cuando el sábado se recuerde así, no permitiremos que lo temporal usurpe lo que pertenece a lo espiritual. No dejaremos para el sábado ningún deber que pertenezca a los seis días hábiles. Durante la semana nuestras energías no se agotarán de tal manera en el trabajo temporal que, en el día en que el Señor descansó y se deleitó, estemos demasiado cansados para dedicarnos a su servicio.— Testimonios para la iglesia, sec. 6, t. 6, pp. 354-356.