HACIA AFUERA
“En esto se le acercó un leproso y se postró ante él, diciendo: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme’” (Mat. 8:2).
“Y como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: ‘El qué de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella’” (Juan 8:7).
“La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1 Sam 16:1, NVI).
Recientemente, mientras preparaba la cena, me di cuenta de que necesitaba una cebolla, Recordaba que me quedaban dos. Pero al buscarlas en la heladera, mi nieta Makenzi me dijo qué las cebollas estaban en el tacho de la basura, porque se habían podrido. Miré al tacho de la basura y allí estaban, arriba de todo. Al mirarlas de cerca, se notaba que el exterior estaba muy malo; sin embargo puse una sobre la tabla de picar y la corté en dos.
Solo dos o tres de las capas exteriores estaban en realidad arruinadas. La parte de adentro estaba blanca y pura, y lo que quedó era hermoso. Comencé a cortarla para lo que necesitaba.
Cuando la gente veía a los leprosos en los tiempos bíblicos, los consideraba impuros, y debían ser expulsados del contacto con la multitud. como dice el primer texto de hoy, un leproso pidió a Jesús que los limpiara. Cuando Jesús lo vio, lo hizo desde una perspectiva diferente, miró su corazón y le dijo que estaba completo y sano de nuevo.
Cuando la gente de la ciudad encontró a la mujer en el acto mismo del pecado, ella estaba impura y querían apedrearla, los hombres que la “ayudaron” en su “impureza” se perdieron entre la multitud, cuando el Señor comenzó a escribir en el polvo. Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús incorporó y les dio: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”
El Señor había mirado el corazón de la mujer, y vio que ella no era quien la gente decía que era.
Ella tenía disfunciones externa; pero él miró su corazón como sólo Cristo podía hacer.
Limpiar desde el interior es mejor que una simple limpieza externa. La gente nos mira, y nos juzga por nuestra apariencia exterior; sin embargo, tenemos un Señor misericordioso que mira nuestros corazones, y trabaja desde el interior. Si ese no fuera el caso, ¡todos estaríamos perdidos!
Betty Glover Perry