TÚ ERES LO QUE PIENSAS
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
El cerebro humano es una de las maravillas de la Creación. Pesa aproximadamente mil doscientos gramos y cuenta con miles de millones de neuronas. Cada una se puede relacionar con otras diez mil, lo cual resulta en posibilidades incalculables de conexiones.
Su papel es vital en la vida humana. Además de ser la fuente del razonamiento y los pensamientos, también dirige las actividades del cuerpo. Según Elena de White, la relación entre la mente y el cuerpo es “muy íntima” (El ministerio de curación, p. 185).
Esta obra prima de la Creación es el único medio por el cual Dios se comunica con nosotros: “Los nervios del cerebro, que relacionan todo el organismo entre sí, son el único medio por el cual el Cielo puede comunicarse con el hombre, y afectan su vida más íntima” (Consejos sobre la salud, pp. 618, 619). Por eso, “la mente ha de ser mantenida limpia y pura a fin de que pueda distinguir entre el bien y el mal” (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 325). Cuanto más lúcida esté, más fácilmente reconocerá la voz del Espíritu Santo. Si está impura, enferma o cansada, la comunicación quedará perjudicada y seremos más vulnerables. No podemos olvidarnos de que el gran conflicto entre Cristo y Satanás es una lucha por la conquista de la mente. El enemigo también está atento a esto.
Todo comienza con los pensamientos. Por esta razón, el consejo inspirado es muy claro: “Los que no quieren ser víctimas de los ardides de Satanás deben custodiar cuidadosamente las avenidas del ser; deben abstenerse de leer, ver u oír cuanto sugiera pensamientos impuros. No se debe dejar que la mente se espacie al azar en todos los temas que sugiera el adversario de las personas” (Mensajes para los jóvenes, p. 281).
En otras palabras, “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8). Cuanto más consagrados sean los pensamientos, más purificadas serán las actitudes, porque no somos lo que pensamos ser, somos lo que pensamos.
Dios nos convoca a una renovación de nuestra mente (Rom. 12:2). Ese es el primer paso para la victoria sobre la tentación y los malos hábitos. Haz eso con la Biblia abierta y las rodillas dobladas, en la presencia del Señor. Solamente así tus actitudes estarán en sintonía con la voluntad del Señor.