LA CARRERA
“Me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:8).
Aquel domingo, la adrenalina corría a alta velocidad. Álex, de quince años, reponía fuerzas para su primera carrera en bicicleta. El papá y el abuelo no participaban, pero estaban recorriendo el trazado en sus bicis. El plan era que yo esperaría hasta que la carrera comenzara, y con la furgoneta iría hasta la línea de salida, para animar a los ciclistas. Mientras yo esperaba junto a la línea de salida, Álex calentaba sus nerviosas piernas en el estacionamiento. De repente, vi cómo se acercaba corriendo hasta mí, poco antes del pistoletazo de salida. Invadido por el pánico, gritó: “Nana, ¿tienes agua?” En su entusiasmo por tenerlo todo listo, había olvidado llenar las botellas de agua; algo esencial en una carrera de 65 kilómetros. La bicicleta estaba a punto, llevaba puestos el casco y las zapatillas, y las botellas estaban colocadas en sus fijaciones, pero… vacías.
Jesús narró la parábola de unas jóvenes que no se prepararon. Seguro que conoces la historia de las diez vírgenes que, emocionadas, esperaban la boda. La mitad lo planificó todo con antelación y llevó consigo aceite extra, pero no podrían compartirlo con las otras cinco imprudentes. ¿Qué lección nos enseña Jesús aquí? Quería que sus seguidores pensaran en la Segunda Venida y entendieran que la preparación personal es esencial. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). Jesús hizo el mayor sacrificio que se podía hacer, con el propósito de que nuestra salvación fuera posible, de manera que ¡la variable somos nosotros! ¿Cómo podemos estar seguras de que nos estamos preparando adecuadamente?
“¿Quién posee nuestro corazón? ¿Con quién están nuestros pensamientos? ¿De quién nos gusta hablar? ¿Para quién son nuestros más ardientes afectos y nuestras mejores energías? Si somos de Cristo, nuestros pensamientos están con él” (El camino a Cristo, cap. 7, p. 56). Eso es tener una conexión diaria con Dios, llenarnos cada día de su Espíritu. Yo no quiero ser una “botella vacía”. ¡Quiero estar llena hasta rebosar, y lista para la carrera cristiana!
Roxy Hoehn