GUERRA SANTA
“Guarda tu espada -le dijo Jesús-, Los que usan la espada morirán a espada” (Mateo 26:52, NTV).
El 18 de mayo de 1096 comenzó la Masacre de Worms, el asesinato de ochocientos judíos en Alemania a manos de los cruzados, dirigidos por el Conde Emicho. Habían diseminado el falso rumor de que ellos habían ahogado a un cristiano y que solían envenenar las aguas de los pozos de la ciudad. Los habitantes, entonces, se unieron a Emicho y lanzaron un salvaje ataque contra aldeas judías. Asesinaron a todos aquellos que capturaron.
La Primera Cruzada fue un complejo fenómeno histórico de campañas militares, peregrinaciones armadas y expansión colonialista en el Cercano Oriente, que trastornó esta región entre los siglos XI y XII. Este evento generó un creciente antisemitismo entre las poblaciones cristianas europeas. Sigeberto de Gembloux escribió que antes de luchar en “una guerra por el Señor”, era esencial que los judíos se convirtiesen; y que quienes se resistiesen fueran “desposeídos de sus bienes, masacrados y expulsados de las ciudades”.
Ocasionalmente, los judíos sobrevivieron gracias a ser bautizados en masa. Así ocurrió en Ratisbona, donde una multitud los forzó a entrar en el Danubio para bautizarlos masivamente. Tras la partida de los cruzados, retornaron a la práctica del judaismo.
Esto demuestra, al menos, tres errores.
1. La creencia de que la religión se puede imponer. Si Dios, siendo el Rey del universo, no fuerza el libre albedrío que él mismo otorgó al ser humano, ¿quiénes somos, como criaturas, para imponer alguna religión? El principio básico de una relación de amor entre Dios y sus criaturas es la elección, pues la imposición es contraria al amor.
2. No debemos usar la Biblia para perseguir y matar a un grupo étnico. Desde muy temprano en el cristianismo, surgió la acusación de que los judíos crucificaron a Jesús. Pero Cristo, voluntariamente, murió por nosotros en la cruz. Por circunstancias históricas, algunos líderes religiosos y políticos del judaismo de entonces incitaron a su crucifixión, pero no por eso podemos seguir condenando a todas las generaciones de judíos desde entonces.
3. Nunca fue feliz la unión entre Iglesia y Estado en tiempos cristianos. Menos aún cuando esta unión instauró una “guerra santa”.
Hoy, busca compartir a Cristo respetando el libre albedrío; defiende a grupos perseguidos, y promueve la separación entre Iglesia y Estado, para evitar estos históricos errores en el cristianismo