Jueves 18 de Abril – TRES RAZONES PARA LA CRUZ – Matutina para Adultos

TRES RAZONES PARA LA CRUZ

“Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18).

El sacrificio de Cristo es la base de nuestra fe. Después de todo, la “iglesia histórica de la Tierra y la iglesia redimida del Cielo tendrán su centro en la cruz del Calvario” (Testimonios para los ministros, p. 446). Pero, ¿por qué Jesús decidió morir? Según el teólogo Wilson Barba, hay por lo menos tres razones para ello.

Primero, él murió para cumplir las profecías bíblicas. Cuando Pedro intentó librar a Jesús de sus perseguidores, fue reprendido con la respuesta: “¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (Mat. 26:54). Las profecías detallaron su muerte (Isa. 53:1-8), mostrando que no se le rompería ningún hueso (Éxo. 12:46), que echarían suertes sobre sus ropas (Sal. 22:18) y que sus asesinos verían a aquel que traspasaron (Zac. 12:10).

Jesús murió también para expulsar a Satanás. La Biblia habla de dos expulsiones del enemigo: la física y la moral. La primera ocurrió cuando fue expulsado del cielo (Apoc.12:7-9), y la segunda en la cruz (Juan 12:32). Satanás provocó la muerte del Hijo de Dios (Juan 8:44), pero fue desenmascarado, y se lo despojó de simpatía y credibilidad ante todo el universo.

La muerte de Jesús también tuvo lugar por la necesidad de un Salvador y Sustituto. Por el pecado de un solo hombre, la muerte entró en el mundo (Rom. 5:12). Por eso, todos deberíamos morir eternamente, para extinguir su maldición. Sin embargo, Dios reveló su inmenso amor “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

La muerte de Jesús fue una decisión espontánea de él (Juan 10:17, 18). Además, hombres malos lo condenaron a muerte (Mat. 27:1). Tanto la voluntad de Jesús para entregar su propia vida, como la voluntad de los impíos líderes políticos y religiosos para matarlo, se unieron para que la suprema voluntad divina se cumpliera; es decir, para pagar el precio eterno de nuestra libertad. Condenados por nuestros pecados, la única salida que nos quedaba era que Cristo se sometiera a la injusta condenación a la que se expuso para garantizar nuestra plena absolución.

Jesús no fue forzado a morir por nuestros pecados. Él cumplió su palabra, venció al enemigo y tomó nuestro lugar. Hizo todo eso por un amor sublime e inexplicable.

¿Cuál será tu reacción frente a tan grande salvación?

Radio Adventista

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