PUREZA
Vosotros sois el templo del Dios viviente. 2 Corintios 6:16.
Eres una maravilla, eres un templo de Dios. La Escritura dice a los cristianos:
“Vosotros sois el templo del Dios viviente” (2 Cor. 6:16). Desde que te entregaste a Cristo y entraste en las aguas del bautismo, el Espíritu de Dios tomó posesión de ti (Hech. 2:38). Que Dios habite en ti es el mayor privilegio. Ningún tesoro puede compararse con el tesoro espiritual que hay en tu ser.
Los demonios poseen a mucha gente. Cuando el mal espíritu entra en una persona, se comporta como el que compra una casa, y la llama “mi casa”. Jesús dijo: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí” (Mat. 12:43-45).
El Espíritu Santo también quiere habitar en las personas. Si él está ahí, los demonios no entrarán. Pero no solo el Espíritu te escuda y te defiende, también quiere estar en ti para concederte sus virtudes divinas. “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gál. 5:22, 23).
Ya que el espíritu está en tu ser, cuídate de toda forma de contaminación física, mental o espiritual. No te hagas una carne con cualquiera, espera hasta el matrimonio. Valora tu cuerpo, el templo de Dios. “¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Cor. 6:16, 17).
No acaricies pensamientos impuros. Recuerda, “nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16). Si cultivas tu intelecto con pensamientos pulcros y positivos, serás noble y eminente. Cuida tus creencias. “Habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1). No sigas a los falsos cristos, no te juntes con los que juzgan y roban a la iglesia de Dios.
Permite que el Espíritu te santifique. Dale oportunidad de que trabaje en ti. Lee tu Biblia con la mente abierta a la iluminación del Espíritu. Alégrate como Jeremías, quien dijo: “Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jer. 15:16).
Dile hoy al Espíritu santo: ¡Bienvenido a tu templo!