LA PALABRA JUSTA EN EL MOMENTO JUSTO
“Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato aun cuando es oportuna” (Prov. 15:23, NVI).
Tommy era el tipo de chico que te cerraría la puerta en la cara, patearía a su gato y tiraría la bicicleta de su vecino… todo, en diez segundos. Tenía siempre el ceño fruncido y una mala actitud, y mis niñas le tenían muchísimo miedo.
Nosotros vivíamos en el apartamento de arriba, mientras que él, su mamá y su hermano de tres años vivían abajo. Su mamá y yo nos saludábamos cuando nos encontrábamos al entrar o salir de la casa, pero Tommy, de doce años, era otra cosa. Aconsejábamos a nuestros hijos que se mantuvieran fuera de su camino, pero en realidad no podíamos evitarlo.
El hecho de que era grande y fuerte para su edad tampoco ayudaba. Entonces, una tarde, vi al hermanito menor de Tommy jugando solo en el patio. Estaba arrojando hojas y jugando con palitos, como todos los niños. Unos minutos después, escuché una voz chillona gritando palabras airadas y viles. La mamá de Tommy estaba llamando al hermanito menor para que entrara. ¡Ahora entendía un poquito mejor a Tommy! Pero eso no resolvía nuestro problema…
Un día, la mamá de Tommy me llamó y me dijo que los plásticos que había encargado habían llegado. Cuando bajé a buscarlos, me invitó a pasar. La cocina estaba a la izquierda de la puerta de entrada, y vi a Tommy friendo algo en una sartén. “Tommy, estoy segura de que a tu mamá le encanta cuando la ayudas a preparar la cena”, le dije. “A mí me encanta cuando mis niñas me ayudan”. Tommy tomó un tenedor, pinchó un trozo de carne y lo sostuvo frente a mí. “Pruébelo”, me dijo. Yo llevaba décadas siendo vegetariana, pero no iba a herir los sentimientos de aquel niño. “Gracias”, le dije. “Se ve tan bien hecho”. Y era cierto.
Luego me despedí rápidamente y corrí a la planta alta… a escupir. Al día siguiente, Tommy estaba en el frente, relajándose, como siempre; pero esta vez, me sostuvo la puerta abierta con una gran sonrisa. Y estaría mintiendo si no digo que cambió muchísimo con nosotros. Ayudaba a nuestras niñas y siempre tenía una gran sonrisa para mí. La amabilidad tiene ese efecto en la gente.
Penny Estes Wheeler