PRIORIDADES
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:24, 25).
Frustración, desánimo, incoherencia, apostasía, escándalo y corrupción. La lista negativa podría ser mayor, pero revela solo “la punta del iceberg” de una crisis de prioridades que se está devorando personas. Familias, iglesias y a la sociedad entera. Es un conflicto entre intenciones que parecen positivas y acciones que normalmente son equivocadas.
El efecto de esta falta de compás es doble: por un lado, alcanza a aquellos cuyas prioridades son equivocadas; pero, por otro lado, afecta a las nuevas generaciones. Después de todo, nuestros hijos buscan modelos, no discursos. Para las nuevas generaciones, permanecer en la iglesia no es más una cuestión de tradición, sino de inspiración.
La crisis aparece en las ramas, pero la causa está en la raíz. Aunque la iglesia siempre deba mejorar su acercamiento a la juventud, la solución pasa prioritariamente por la familia. Una religión sólida en el hogar sirve de base para la vida espiritual. Recuerda que las nuevas generaciones no abandonan la iglesia, sino la fe. Dejar la iglesia es solamente la demostración exterior de la fe que fue sustituida dentro de la casa.
¿Has notado cómo algunas familias exaltan solamente las conquistas profesionales, financieras y culturales de sus hijos, pero no tienen nada para decir acerca de su vida espiritual? ¿Cuáles son sus verdaderas prioridades? ¿Viajes, automóviles, inmuebles, títulos, posiciones? Todas esas son conquistas positivas; sin embargo, si esos son los intereses más relevantes de los padres, también serán la prioridad de los hijos.
Corremos el riesgo de hablar de Dios y la iglesia, pero, en el día a día, no priorizar a Dios ni a la iglesia. Corremos el riesgo de hablar de la lectura de la Biblia y materiales devocionales, pero que nuestros hijos nunca nos encuentren haciendo eso. Corremos el riesgo de hablar de la oración, pero que nunca nos vean en momentos de oración privada.
Las prioridades espirituales coherentes son poderosas. Hay muchos ejemplos bíblicos que confirman esto, como Moisés e Isaac. Ellos no fueron educados por palabras, sino moldeados por la conducta de sus padres, porque nuestros hijos no serán lo que queremos que sean, sino lo que somos nosotros. Austin L. Sorensen dijo: “Un niño jamás verá a Dios como un padre a menos que vea un poco de Dios en sus padres”. Después de todo, el ejemplo vale más que mil palabras”