Jueves 16 de Marzo del 2017 – EL CAMBIO DE LAS ESTACIONES – Matutina Damas

EL CAMBIO DE LAS ESTACIONES

“Y de mes en mes, […] vendrán todos a adorar delante de mí” (Isa. 66:23).

Hace poco, mientras reflexionaba sobre la belleza de las cuatro estaciones aquí, en el hemisferio norte, no pude dejar de pensar en el efecto que las experiencias en las diferentes etapas de la vida pueden tener en una persona. Permíteme compartir contigo mi reflexión.

Así como un ambiente primaveral nutre delicadamente a una tierna planta, nosotras, en nuestros primeros años de infancia, vivimos mejor en un ambiente seguro, que satisfaga nuestras necesidades básicas, tanto las físicas como las espirituales y psíquicas.

La adolescencia y la edad adulta son un puente hacia el verano de nuestra vida. El calor del verano y sus lluvias fomentan el rápido crecimiento de una planta, hasta llevarla a la madurez. Yo me considero una “persona de verano”, debido a que durante esa estación mis niveles de energía aumentan. Sin embargo, mi estación preferida es el otoño. Las hojas verdes del verano se tiñen de intensos colores anaranjados, amarillos, marrones y rojos, que saltan a la vista con magnífico esplendor. El otoño es la época del año -y también la temporada de la vida-, en que podemos ver los frutos de nuestro trabajo. Haber cuidado bien de nuestros jardines trae rendimientos increíbles, que aseguran el sustento durante la temporada menos productiva del invierno. El otoño trae a la mente las palabras de Cristo: “De la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones” (Mat. 7:20, NTV).

Después del otoño, se asoma el invierno. Yo disfruto de las primeras nevadas cada temporada invernal. Sin embargo, luego de una o dos tormentas de nieve, comienzo a sentirme como si estuviera hibernando. Pero el clima invernal no representa un problema para aquellos agricultores y jardineros que trabajaron duro durante las estaciones cálidas. Ellos descansan de su trabajo, y recuperan fuerzas durante los fuertes vientos del invierno para el trabajo del próximo ciclo estacional.

Así como transcurren las estaciones de la naturaleza, han de transcurrir las estaciones de nuestra vida, si hemos sido fieles a nuestro Compañero de viaje celestial. Cuando los últimos vientos fríos soplen a través del paisaje de nuestra existencia, podremos decir como el apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4:7).

Doreen Evans-Yorke

Radio Adventista

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