UNA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO
“Es una voz que clama en el desierto: ‘¡Preparen el camino para la venida del Señor! ¡Ábranle camino!'” (Mateo 3: 3, NTV).
El 15 de junio de 2012, se anunció que los restos encontrados bajo un altar de una basílica del siglo V en Sveti lvan, una isla en el mar Negro frente a Sozopol, en la Costa Sur de Bulgaria, podrían ser de Juan el Bautista. Los estudios de datación manifestaron que, efectivamente, esos huesos pertenecen a un hombre que vivió en Medio Oriente en tiempos de Jesús. Eso no prueba que pertenezcan a Juan el Bautista, porque no hay datos de ADN de los primeros santos cristianos.
Los cuatro evangelios y el contemporáneo historiador judío Josefo afirman que Juan fue decapitado por el gobernante Herodes Antipas. Pero esos seis pequeños huesos no serían las únicas reliquias que pretenden pertenecerle. Cuatro lugares, desde una mezquita en Damasco, Siria, hasta un museo en Múnich, Alemania, afirman tener su cabeza; mientras que el Museo de Topkapi, en Estambul, Turquía, asegura tener su brazo derecho. Un monasterio en Montenegro dice tener su mano derecha, mientras que otro en Egipto contiene reliquias del santo en una cripta.
Más allá de todo esto, lo importante fue su misión. Elena de White la describe de esta manera:
“En medio de las discordias y las luchas, se oyó una voz procedente del desierto, una voz sorprendente y austera, aunque llena de esperanza: ‘Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado’. Con un poder nuevo y extraño, conmovía a la gente. Los profetas habían predicho la venida de Cristo como un acontecimiento del futuro lejano, pero he aquí que se oía un anuncio de que se acercaba. El aspecto singular de Juan hacía recordar a sus oyentes los antiguos videntes. En sus modales e indumentaria, se asemejaba al profeta Elías. Con el espíritu y poder de Elías, denunciaba la corrupción nacional y reprendía los pecados prevalecientes. Sus palabras eran claras, directas y convincentes. Muchos creían que era uno de los profetas que había resucitado de los muertos. Toda la nación se conmovió. Muchedumbres acudieron al desierto” (El Deseado de todas las gentes, pp. 79,80).
Al igual que el profeta Juan, estamos llamados a preparar el camino para la venida de Cristo; no como siervo sufriente, sino como Rey de reyes. La preparación para esta Segunda Venida nos fue encomendada. Como Juan el Bautista, ¿estás listo para ponerte de parte de la verdad sin importar las consecuencias? ¿No quisieras que Dios te otorgue hoy el Espíritu Santo, para que tu predicación tenga el poder que tuvo la de esa voz que clamaba en el desierto?