TAREAS DOMÉSTICAS
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Cor. 6:19).
Solía pensar que si me excedía en algo, como comida chatarra o televisión, por ejemplo, solamente me afectaría a mí. Por supuesto, practicaba la moderación… o algo así. Pero este pensamiento cambió, cuando descubrí que estaba embarazada. En ese entonces, era una joven misionera. Mientras tuve a este bebé en su primera “casa”, mi útero, me volví muy cuidadosa sobre las… tareas domésticas. Tomaba suficiente agua para mí y para el bebé. Dormía bien, ejercitaba y respiraba aire fresco. Tenía cuidado con lo que dejaba que entrara, o que no entrara, en mi mente. Había leído que la manera en que una futura mamá se trata a sí misma es la forma en que trata a su bebé por nacer. De repente me sentí muy responsable por cuidar a este bebé, incluso antes de verlo por primera vez.
El bebé nació de manera segura, aunque las lluvias inesperadas derrumbaron un puente, haciendo que naciera en una clínica de la selva en el Congo, en lugar de un hospital en Uganda. Di a luz con ropa común, con la ayuda de dos dedicadas monjas. El francés era nuestro idioma en común. En algún momento, durante la hora catorce de mi dilatación, cerca del atardecer, el generador de electricidad de la pequeña clínica dejó de funcionar. Dos horas después, ¡mi hijo nació! Fue un parto normal desde todo punto de vista. Su entrada al mundo fue iluminada por el lastimero resplandor de una lámpara de queroseno y una linterna. Aunque fue prematuro, mi bebé era sano y comenzó a subir de peso rápidamente. ¡Me sentía tan feliz de haberlo cuidado tan bien, al cuidarme a mí misma!
Años después, al reflexionar sobre la experiencia, me pregunté si el “cuidado a sí misma” de una madre embarazada también podría tener una aplicación espiritual. Después de todo, la Biblia enseña que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo, porque el Ayudador divino que Dios nos prometió habita en sus seguidores, y está con ellos siempre (ver Juan 14:16). Así que, mi ser físico todavía aloja a Otro. Mis decisiones todavía importan. Más que nunca, quiero cuidar bien de mi “casa”. No quisiera que malas decisiones, que me lastiman a mí, también lo lastimen a él.
Señor, ayúdame a recordar que tú habitas en mí.
Carolyn Rathbun Sutton