Jueves 14 de Mayo – STAN MIKITA – Devocion Matutina para Jóvenes

STAN MIKITA

Así que no puedes convertirte en mi discípulo sin dejar todo lo que posees. Lucas 14:33.

-¡No! ¡No! No quiero ira Canadá. ¡No los quiero dejar! Stanislaw Gvoth, de ocho años de edad, se aferraba a un poste en la estación de ferrocarriles de Praga y no quería soltarse. Le corrían las lágrimas por las mejillas mientras miraba esperanzado a papá y a mamá.

-El tío José y la tía Ana te quieren mucho. Te darán una buena vida en Canadá. Aquí no hay futuro para ti, ni para nadie, desde que las tropas enemigas tomaron el gobierno. Sé valiente, hijo. Dales un abrazo a papá y a mamá. Es tiempo que parta el tren.

La señora Gvoth sonrió al extenderle los brazos a su hijito.

El conductor, muy elegantemente vestido con su uniforme negro y toca roja, pasó en ese momento e hizo sonar su silbato. Stanislaw les dio un beso de despedida a sus padres y subió con vacilación los escalones del tren, seguido de José y Ana Mikita, de Santa Catarina, Ontario: sus nuevos “padres”.

Stanislaw se sentó junto a la ventana y apoyó su carita contra el vidrio. El silbido agudo del tren irrumpió en medio de la confusión del gentío. El conductor señaló con el banderín y los vagones comenzaron a moverse, alejándose lentamente de Praga. El niño triste y asustado, de ocho años de edad, ya no se llamaba Stanislaw Gvoth, el checoslovaco, sino Stan Mikita, el canadiense.

En aquellos tristes momentos, no imaginó Stan que algún día jugaría para los Black Hawks de Chicago y llegaría a ser uno de los centros delanteros más famosos del hockey. El niño de ojos llorosos, que planeaba saltar del tren y regresar con papá y mamá, nunca había oído hablar del hockey, el deporte que lo hizo famoso.

En algún momento de nuestras vidas, todos hemos pasado, espiritualmente, por la experiencia del pequeño Stanislaw allá, en la estación de ferrocarriles de Praga, y rehusamos abandonar nuestra vida pasada, y nos resistimos a seguir la vida nueva que nos ofrece Jesús. Un enemigo se ha posesionado de nuestro planeta y no hay esperanza, no hay futuro en su gobierno. Jesús nos ofrece adoptarnos y darnos la vida eterna en un país nuevo, una tierra celestial. ¿Por qué será que tantas veces nos aferramos al “poste” acariciado de nuestra vida pasada? Abandonemos nuestros pecados hoy, y subamos al tren que se dirige a la gloria eterna.

Radio Adventista

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