EL SUEÑO DE LOS HERMANOS MONTGOLFIER
“Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción. Ciertamente yo buscaría a Dios, y encomendaría a él mi causa” (Job 5:7, 8).
Cuando me asomé por la ventana del hotel, supe que no iríamos. Un bellísimo, pero indeseado, manto de nieve cubría todas, absolutamente todas, las superficies. Era el segundo de los tres días que íbamos a estar en la región de Capadocia (Turquía). Pero, ese día era especial: era el día del paseo en globo. Hacía meses que venía mirando fotos de los paisajes notablemente hermosos que se aprecian al recorrer las extrañas formaciones rocosas de las llamadas “Chimeneas de Hadas”, o del denominado “Museo al Aire Libre de Goreme”.
Sin embargo, la nieve de ese frío febrero frustró mi amanecer de paisajes increíbles visto desde un globo. “Con nieve, lluvia o vientos mayores a los 13 km/h”, los globos no salen, había sentenciado la guía la noche anterior.
Tal vez, una sensación similar de desencanto habrán experimentado los hermanos Montgolfier, pioneros en la invención de los globos aerostáticos, cada vez que fracasaban en una jornada de prueba. El 14 de diciembre de 1782, consiguieron un lanzamiento al aire libre de una bolsa de seda de 18 m³, que alcanzó una altitud de 250 metros. ¡Fue un día histórico!
Luego, fueron por más. El 4 de junio de 1783, hicieron subir una bolsa esférica de lino forrada de papel. El vuelo duró 10 minutos y alcanzó una altitud estimada de 2.000 metros.
Aproximadamente el 15 de octubre, en Versalles, ante Luis XVI de Francia, realizaron con éxito un vuelo con seres vivos. Los elegidos fueron una oveja, un pato y un gallo.
Finalmente, el 21 de noviembre de 1783, Pilátre de Rozier y el marqués d’Arlandes hicieron el primer vuelo tripulado por humanos. Volaron durante 25 minutos sobre París, a una altura de unos 100 metros.
En el versículo de hoy, Job habla de aflicciones; pero sabe que debe encomendar a Dios su causa. Hoy puede ser un día histórico si realizas esto mismo. No mires hacia abajo ni hacia atrás. ¡Alza tus ojos! El Cielo está esperando darte las más ricas bendiciones. Te aseguro que son más bellas que el paisaje de Capadocia.
“Manténgase firmemente aferrado a Jesús. Eleve su mirada al refugio de sosiego y al hogar de los bienaventurados. Guarde su alma en el amor de Dios, suceda lo que suceda, y crecerá espiritualmente en fortaleza. Cristo es su amoroso amigo, él tomará su mano y lo ayudará en todo lugar duro y difícil” (Elena de White, Alza tus ojos, p. 274).